Blog

  • ¡BUENOS DÍAS TENGA!

    ¡BUENOS DÍAS TENGA!

    Introducción al poema:

    En este poema, María nos acerca a la ternura del encuentro humano en su forma más sencilla: un saludo. A través de la figura de una anciana que camina apoyada en el bastón labrado por su esposo, la autora nos invita a mirar con calma la vida que transcurre en las aceras, donde cada palabra amable se convierte en un lazo invisible que une almas.
    El poema es una reflexión sobre la soledad, el paso del tiempo y la grandeza de los gestos cotidianos. En ese “buenos días” que nace del corazón se esconde toda una filosofía de vida: la de quien comprende que la bondad no necesita razones, y que incluso con el peso de los años o de un bastón, siempre hay espacio para desear al otro un día hermoso.


    BUENOS DÍAS TENGA

    La anciana camina
    buscando la sombra
    que la cobije frente al sol.

    Su mano derecha se apoya en un bastón,
    con señales grabadas en la madera
    que su esposo labró.

    Lleva mucho tiempo en soledad
    desde que él se marchó.
    Sabe que hay un lugar donde la espera,
    donde el infinito guarda el amor.

    La anciana pasea cada mañana
    para llenar su alma con sentires
    de buena gente que va encontrando,
    entre aceras,
    buscando con la mirada
    ese saludo bondadoso
    que nutre su ánimo,
    su corazón.

    —¡Buenos días! ¡Buenos días tenga, vecina!—
    Sólo dos palabras que llenan y acompañan,
    creando hilos de vidas
    sin necesitar razón.

    Qué grandeza en pocas palabras
    vertidas con sencillez y humanidad,
    sin pretender motivo ni intención.

    Sólo es necesario mirar para ver
    que todos necesitaremos
    un día un bastón,
    que soporte el peso del día a día,
    que nos permita caminar
    cruzándonos con otras almas,
    atesorando palabras nobles,
    palabras sencillas con infinito valor:

    Buen y bonito día,
    aunque lleve bastón.



    Crítica del poema:

    BUENOS DÍAS TENGA... es una pieza de ternura sobria y hondura moral, donde el gesto cotidiano de saludar se eleva a símbolo de comunión humana. María logra que lo simple adquiera resonancia espiritual: un “buenos días” se transforma en vínculo, bálsamo y memoria compartida.

    La figura de la anciana concentra la sabiduría de los años y la fragilidad del cuerpo, pero también la fortaleza emocional que surge del contacto con los demás. El bastón, con las señales grabadas por su esposo, se vuelve un relicario del amor y del tiempo; es a la vez peso y herencia, herramienta y testimonio.

    El poema se sostiene en un tono narrativo que no abandona la musicalidad del verso libre. La cadencia es pausada, como el andar de la protagonista, y el lenguaje —sencillo y directo— refuerza la autenticidad del sentimiento. La autora logra así una cercanía inmediata con el lector: no hay artificio, sólo vida observada con ternura y respeto.

    En el cierre, la frase “Buen y bonito día, aunque lleve bastón” encierra la esencia del poema: la aceptación del paso del tiempo sin perder la belleza ni la dignidad del vivir. Es un canto a la humanidad que se mantiene viva en los saludos, en la mirada, en la palabra que reconoce al otro.

    En su conjunto, este poema celebra la bondad anónima y la humildad luminosa de los días, recordando que en los gestos más pequeños se halla el verdadero sostén del alma.

    © María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.
  • ÉCHAME UN CABLE

    ÉCHAME UN CABLE

    Introducción al poema:

    El poema «El cable» es una reflexión sobre la dualidad de lo cotidiano.
    Tomé un objeto aparentemente frío y utilitario —un cable— y lo transformé en un puente de emociones, tanto humanas como naturales, en un contraste entre la fealdad percibida y la vida que alberga.

    El poema invita a mirar con otros ojos lo que nos rodea, a descubrir belleza donde solemos ver sólo lo práctico. La imagen de las aves posándose y retomando su vuelo, como si el cable fuera un punto de descanso en su viaje, tiene un punto evocador. Y el juego de palabras con «echar un cable» son sutilezas que me permito.

    La fotografía, realizada por mí, despierta mi sensibilidad, y me recuerda que la vida está llena de submundos esperando ser vistos.

    María Bueno.


    EL CABLE

    La línea larga del cable se curva,
    salvando distancias
    entre las casas de vecinos.

    Hasta una pantalla
    llega el flujo mágico
    de risas, llantos
    y noticias en vivo.

    Los anuncios parecen
    grandes producciones
    proyectadas en pantallas
    de cinemas desaparecidos.

    Esos cables llevan
    divertimento, lágrimas,
    miedos, noticias,
    de lugares lejanos
    o de sitios escondidos.

    Nos acompañan
    desde las primeras horas del día,
    de la tarde, en la cena,
    y hasta nos mecen
    las noches de vacío.

    ¡Pero qué curioso!
    Hoy miré esos cables
    con otros ojos,
    viendo algo más
    que la fealdad que muestran
    en calles, plazas y senderos
    que atraviesan campos
    y montes de verdes olivos.

    ¡Algo llamó mi atención!
    Primero se posó uno,
    después se acercó otro,
    y en escasos minutos
    llegó un pequeño grupo de aves
    volando por el mismo camino.

    Se acomodaron con aleteos
    sobre los cables,
    formando una imagen
    llena de vida
    y pequeños sonidos.

    Con sus diminutas alas
    de colores vivos,
    tomaban aliento
    para seguir su destino.

    Qué hermoso puede ser
    un simple cable torcido,
    entre calles y plazas,
    con pequeños seres
    que, con sus cantos,
    agradecen que les echemos un cable
    para descansar
    y tomar un respiro.

    Submundos que no se ven
    porque no miramos con mimo.

    Deja que tus ojos se acerquen
    a los pequeños detalles
    que, cada día,
    dan vida a tu recorrido.

    © María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.
  • MICRORRELATO: PIMENTÓN Y UNA TELA DE ARAÑA

    MICRORRELATO: PIMENTÓN Y UNA TELA DE ARAÑA

    Introducción:

    En este microrrelato y su letrilla anexa, María Bueno rescata un episodio real ocurrido a principios de 1900 que, con el paso del tiempo, se convirtió en una historia familiar contada con mezcla de susto, asombro y ternura en la Noche Buena de cada Navidad.

    La escena, vivida en un entorno rural donde los remedios caseros eran el único recurso inmediato, une la inocencia temeraria de una niña con la responsabilidad temprana de un hermano.
    La letrilla, de raíz popular, añade una voz musical que recoge el sentir de la tradición andaluza —cercana al abandolao y a la vieja oralidad de las historias que se repiten en cada invierno. El resultado es un pequeño cuadro costumbrista lleno de vida, peligro, humor y memoria.

    PIMENTÓN Y UNA TELA DE ARAÑA

    La mañana ya estaba casi agotada, la montaña de leña para cortar parecía interminable y su padre no tardaría en volver.

    Pedro pensó: -si no estuviera mi hermana pequeña, ya habría terminado de cortar la leña. ¡Candela es incansable y una salvaje!, pero es muy graciosa y aún es pequeña, debo tener paciencia porque madre la ha dejado a mi cargo.


    —¡Esta niña! Hermana, ¡quítate de ahí!
    Padre volverá en nada de las tierras
    y tengo que tener cortada toda  leña.

    Candela miró a su hermano desde su baja estatura, era menuda, pero con una energía que volvía loco al más santo.
    —¡No me pillas! ¡Eh, mira, mira!

    —Soy más rápida que tú, mi mano corre más que tu hacha.

    Candela retaba a su hermano acercando su mano casi al borde del golpe del hacha con el tronco.

    Pedro, empezó a desesperarse, no tenía tiempo de andar con las locuras de su hermana. Siempre estaba igual, es como si quisiera demostrar que ella era fuerte y valiente como los chicos, traía de cabeza a sus padres.

    —¡No te lo volveré a decir más! ¡Quita tu mano, vete de aquí!

    En ese momento Candela acercó su mano y a Pedro, sin poder evitarlo, se le cayó el hacha contra el tronco llevándose por delante un trozo del dedo de su hermana.

    —¡Dios mío!
    Pedro agarró con fuerza el dedo de la niña y le hizo un torniquete con el pañuelo que tenía en el cuello para secar el sudor.

    —¡Corre, ven conmigo al cobertizo!
    ¡Hay que cortar la hemorragia con tela de araña, allí habrá alguna!

    Corrieron y al entrar cogió una tela grande de araña que colgaba de unas maderas desvencijadas de restos de un mueble viejo.

    Pedro tomó a su hermana en brazos y la llevó a la cocina de la casa grande, allí rebuscó en la alacena y por fin encontró la lata con el pimentón.

    —Candela, no te muevas, voy a desinfectar con el pimentón y también ayudará a taponar la herida, así podré cortar la hemorragia hasta que podamos llegar a la casa del médico.

    Candela estaba blanca como la pared, no podía dejar de mirar su mano, le faltaba un trozo del dedo índice y el pimentón hacia una masa gorda con la sangre que cada vez brotaba con más lentitud.

    Su delantal, que protegía su vestido, estaba rojo de la sangre que había salido de su herida, el pimentón le daba relieve a las manchas pareciendo que cada rastro de sangre engordaba por momentos.
    En ese instante, entró su padre y la tomó en brazos, tan rápido, que ni cuenta se dio de que habían abandonado la casa y ya estaban en la del médico.

    —Don Pedro, su hija no ha perdido el dedo de puro milagro, gracias a la rapidez de su hijo, lo ha salvado.

    Muchos años después, Candela contaba cada Nochebuena la misma historia, la del hacha, el pimentón y su dedo índice.

    También la historia del lobo que en Fortaleza se comió a Juan, dejando en el camino una bota vacía…

    Desde entonces, una cancioncilla se tararea por bandola* en las cenas de invierno con sobremesas eternas llenas de cuentos y misterios sin desvelar.

    *Bandola: con el nombre de bandola se conoce a distintos instrumentos de cuerda usados antiguamente en España, donde fue de gran importancia durante el siglo XVII para el desarrollo del fandango flamenco  y el llamado estilo «abandolao».

    Letrilla:
    ¡Deja ese dedo!
    ¡No ves que tiene miedo!
    Miedo al hacha
    que avanza sin recelos.

    Qué temeridad ser brava
    con un cuerpo tan pequeño.

    Hermano, ¡ponme pimentón!,
    ¡ponme tela de araña!
    Que yo salvaré mi dedo,
    así se quede este hacha
    con sólo un trozo pequeño.

    LETRILLA (Versión musicalizada)

    [Estrofa I]
    ¡Deja ese dedo,
    ay, deja ese dedo!
    ¡No ves que tiene miedo,
    miedo, miedo,
    miedo al hacha
    que avanza sin recelos!

    [Estribillo]
    Ay, tiro-liro-lé,
    ay, tiro-liro-lá,
    que el hacha corta el viento
    y el viento corta el alma.

    [Estrofa II]
    Qué temeridad ser brava
    con un cuerpo tan pequeño,
    que el monte ruge alto
    y ella baila sin miedo.

    [Estribillo]
    Ay, tiro-liro-lé,
    ay, tiro-liro-lá,
    que el hacha corta el viento
    y el viento corta el alma.

    [Estrofa III]
    Hermano, ¡ponme pimentón!,
    ¡ponme tela de araña!,
    que salvaré mi dedo
    de la hacha mala
    así se quede un trozo, de temeridad brava.

    [Estribillo final]
    Ay, tiro-liro-lé,
    ay, tiro-liro-lá,
    que el dedo vuelve al cuerpo
    y el miedo vuelve al alma.
    Ay, tiro-liro-lé,
    ay, tiro-liro-lá,
    que Candela no se rinde
    aunque el hacha la cortara.

    Autora del microrrelato y «letrilla»:
    María Bueno, basada en hechos reales.

    © María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.
  • NOCHE EN VELA

    NOCHE EN VELA

    Introducción:

    En este poema, la voz poética se enfrenta a una de las batallas más íntimas y humanas: la lucha con el insomnio. Entre humor, desahogo y un susurro de ternura hacia sí misma, la autora retrata esa guerra silenciosa que se libra en la penumbra del dormitorio y que tantas veces deja huellas en el alma. NOCHE EN VELA convierte la incomodidad nocturna en un escenario donde se mezclan la rabia, la vulnerabilidad y una fina ironía, revelando la humanidad que aflora cuando el sueño se resiste.


    NOCHE EN VELA

    No sabe si es avanzada la noche
    o si está casi terminada.
    Acomoda la almohada
    para obligar a su cabeza
    a no pensar en nada.

    ¡Duérmete, maldita mi estampa!
    ¿No sientes que la noche se escapa?

    Tira de las mangas del pijama,
    recoloca la espalda,
    estira el embozo de la sábana;
    ¡mierda de sábana, siempre bajo la manta!

    ¡Ay!, debo calmar esta desesperación
    que en un desvelo me atrapa,
    ¡Chiquilla!, cierra los ojos con calma,
    no los aprietes tanto
    que así no le dará la gana
    de mecerte entre susurros de madrugada.

    El cansancio va aflojando el pellizco
    con el que tiene agarrada la manta,
    sus dedos van soltando
    poco a poco a su presa de lana,
    mientras ella se abandona
    cercana ya la madrugada.

    No ha dormido apenas,
    pero siente la batalla ganada.
    ¡Ahí te quedas!
    Esta noche impondré yo mis armas,
    porque no hay peor batalla
    que no presentar agallas
    ante colchones, mantas
    y una almohada destronada.


    © María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.


    Crítica literaria:

    NOCHE EN VELA destaca por su fuerza expresiva y su capacidad para transformar una experiencia cotidiana en un pequeño relato épico, cargado de humor y humanidad.

    El poema combina con acierto:
    Lenguaje coloquial, que aporta cercanía y autenticidad.

    Interjecciones y exclamaciones, que intensifican la frustración, la rabia y la ternura del momento.

    Personificación de los objetos —la manta, la sábana, la almohada— que convierte el dormitorio en un campo de batalla simbólico.

    Un tono irónico y a la vez vulnerable, que humaniza profundamente la escena.

    La voz poética dialoga consigo misma, se regaña, se consuela y se ríe de su propio desvelo.
    Ese manejo del monólogo interior es uno de los puntos más brillantes del poema: transmite de manera fiel el torbellino mental de una noche insomne.

    Formalmente, los versos están bien equilibrados: alternan momentos de rapidez (expresiones cortas, imperativos) con otros más pausados, especialmente cuando el cansancio empieza a vencer.
    Ese ritmo acompaña el contenido, reforzando la tensión y su posterior liberación.

    El cierre es especialmente acertado: una victoria pírrica, irónica, casi infantil, pero profundamente real. Conecta con cualquier lector que haya librado esa misma lucha silenciosa.

    En conjunto, es un poema muy vivo, honesto, cercano y hábilmente construido.
  • JUNTO A MÍ

    JUNTO A MÍ

    Introducción:

    Hay presencias que nunca se marchan.
    Un hijo, aunque su paso por la vida sea breve, se queda sembrado para siempre en la piel y en el alma de sus padres.
    No hay despedidas definitivas cuando el amor es tan hondo que trasciende el tiempo, porque ese pequeño ser continúa latiendo en cada gesto, en cada memoria, en cada amanecer que intenta ser un poco más amable.

    El dolor inmenso de perder a un hijo se transforma con el tiempo en un sentir distinto: ya no desgarra como al principio, pero tampoco desaparece. Se vuelve compañía silenciosa, un rumor de ternura que vive pegado al corazón.
    La vida continúa, sí, pero lo hace habitada por él, por ese amor que sigue creciendo hasta el infinito.

    Este poema habla justamente de esa permanencia, de esa certeza íntima:
    nunca se pierde a quien se ama más allá del existir.


    JUNTO A MÍ

    Las horas se tiñen
    del gris del anochecer,
    anocheceres que invocan
    mi recuerdo en tu querer.

    Quereres que acunan mi memoria,
    quereres que viven junto a mí,
    porque nunca se pierde a nadie
    si no se olvida su sentir.

    Sentires que son amores
    más allá del horizonte,
    más allá del existir,
    viviendo pegado a mí.

    No hay un adiós entre amores
    que vivirán siempre hasta el fin.

    Mis lágrimas recogen la esencia
    de tu presencia eterna en mi piel.
    Llegarán días claros,
    ofrecidos a ti.

    Porque nunca se pierde a nadie
    que es parte de mí.


    Crítica literaria de JUNTO A MÍ:

    Junto a mí es un poema de duelo íntimo, escrito desde un lugar donde el dolor no quiere destruir, sino recordar y sostener.
    La voz poética se expresa con serenidad contenida, consciente de que la memoria es el puente que mantiene vivo a quien ya no está físicamente. La pieza está marcada por un ritmo respetuoso, suave, pausado, casi como un suspiro que se repite y acompaña, transmitiendo el proceso de una pena profunda.

    El poema encuentra su fuerza en la idea central que lo vertebra:
    no se pierde a quien se sigue amando.
    Este concepto aparece reiterado de manera deliberada, convirtiéndose en un mantra que consuela y afirma. Esa repetición otorga cohesión y profundidad emocional, permitiendo que cada estrofa funcione como una variación sobre el mismo sentir:
    la permanencia del hijo en el alma de sus padres.

    La presencia de palabras como quereres, sentires, horizonte, esencia y piel contribuyen a crear un lenguaje cálido, delicado, lleno de cercanía humana. Son términos que resuenan en tu universo poético habitual, donde las emociones toman forma concreta y se convierten en sustancia que respira.

    El poema también muestra el sentir de haber vivido, en la propia piel de la autora, esa pérdida. 
    El equilibrio entre imágenes sensoriales y afirmaciones hondas: El “gris del anochecer”, las lágrimas que “recogen la esencia”, la presencia “eterna en mi piel”, construyen un escenario emocional íntimo en el que la pérdida no se describe desde el desgarramiento, sino desde la continuidad del vínculo, unión que jamás desaparecerá.

    El cierre —“Porque nunca se pierde a nadie / que es parte de mí”— deja una sensación de recogimiento y verdad.
    No ofrece consuelo fácil ni falsamente luminoso; ofrece verdad emocional, la única que realmente alivia: aquella que reconoce que el amor permanece más allá de cualquier adiós.

    En suma, Junto a mí es un poema contenido, dulce y profundamente humano, capaz de unir dolor y ternura en un mismo gesto.
    Es un homenaje silencioso a un hijo cuya existencia, aunque breve, permanece para siempre como un pulso amoroso dentro de la memoria viva de sus padres.
  • HERMANO

    HERMANO

    Introducción:

    Este poema nace del vínculo irrompible entre hermanos, ese lazo tejido desde la infancia y que continúa latiendo incluso cuando la distancia, la ausencia o el paso del tiempo parecen querer interponerse.
    Aquí, la autora abraza recuerdos de una amiga del alma que rinde homenaje al amor fraternal entre hermanos —los juegos, las risas, las enseñanzas— y los convierte en una fuerza vital que se mantiene viva en el presente de esa amiga querida.

    El hermano es presencia, cobijo, estrella guía y raíz que no desaparece.
    Es un canto profundo a la memoria afectiva, a lo que permanece para siempre en el alma cuando el amor es verdadero.

    HERMANO

    Por siempre en mi sentir.
    Sentires que nos unieron en el vivir,
    compartiendo sueños y enseñanzas
    cargados de juegos,
    de recuerdos de infancia
    que hoy guardo en mi alma
    y crecen junto a mí.

    Te llevo unido a mi latir,
    con momentos regalados
    por tu risa eterna,
    por tus ganas de vivir.

    Ese adulto que tejió
    hilos de abrazos y cariños,
    que hoy son parte del aire
    que me ayuda a seguir.

    Hermano de alma y vientre,
    la estrella que te cobija
    pinta circuitos eternos
    para llegar hasta mí.

    Hermano,
    guárdame un trocito de estrella,
    guárdame en tu existir,
    porque te quiero a morir.

    Crítica literaria:

    Este poema está impregnado del sello emocional que caracteriza tu escritura, María: cercanía, ternura, humanidad y verdad.
    La voz poética avanza desde la niñez hasta la adultez con un hilo continuo que funciona como metáfora del propio lazo fraternal. Destacan:

    Fortalezas:
    La musicalidad emocional: los versos fluyen con naturalidad, como un recuerdo que se narra y se respira a la vez.

    Las imágenes delicadas, especialmente “hilos de abrazos y cariños” y “la estrella que te cobija”, que aportan una dimensión espiritual sin perder la sencillez.

    La honestidad del sentimiento: no hay artificio, sólo vivencia pura hecha palabra.

    Estructura y ritmo;
    El poema está bien construido: avanza en bloques que se corresponden con etapas de la vida compartida. Los cortes en los versos acompañan la respiración emocional.

    Últimos versos:
    “Porque te quiero a morir” cierra con una fuerza rotunda, íntima y profundamente humana.

    En conjunto, es un poema que abraza, que recuerda y que eleva el amor entre hermanos a un plano casi sagrado sin dejar de ser cotidiano porque ante la ausencia, se impone el cariño y los quereres eternos.

  • VENCIDA

    VENCIDA

    Introducción al poema:

    VENCIDA es un descenso íntimo a ese lugar secreto donde el cuerpo y el alma dejan de sostenerse. Es el retrato de un instante límite en el que la fuerza se evapora, la realidad pesa demasiado y la rendición se convierte en refugio. En este poema, la cama no es solo un espacio físico: es un territorio emocional donde se libra una batalla silenciosa entre la vida que llama y la sombra que envuelve. Con imágenes potentes y un ritmo que acompasa la respiración entrecortada del miedo, María nos acerca al desamparo más hondo, al temblor de saberse frágil y al deseo apenas susurrado de desaparecer un instante del mundo.
    Es un poema que no solo habla del agotamiento: habla del coraje que supone reconocerlo.

    VENCIDA

    La manta colgaba, derramada,
    de un lado de la cama,
    hasta el suelo deslucido,
    con señales de tiempos
    mejores vividos.

    El cuerpo de ella se desdibujaba
    entre dobleces de sábanas,
    que figuraban serpientes
    rodeando un cuerpo abatido.

    Bajo el cobertor asomaba un pie,
    sintiendo el frescor del camino
    para aliviar la tortura
    del miedo maldito.

    Debía levantar su cuerpo dolido
    antes de que su mente perdiera
    la cordura de saberse un ser vivo.

    ¡Esta maldita sensación
    de no ser más
    que un harapo vencido!

    Esta melancolía que atraviesa
    mi alma y hace trizas mi voluntad,
    de levantarme cada día
    y enfrentar los monstruos
    que agarran mis entrañas,
    para hundirme en la desgana,
    dejando mi cuerpo rendido.

    Dejarme ir es mi camino,
    es el que cada día me acerca
    a las bestias que inundan
    mi mente sin un destino.

    Deslizó su pie hacia el interior
    de los pliegues de la sábana
    para buscar cobijo.

    Encogió su cuerpo
    y abrazó con fuerza sus piernas,
    para hacerse muy pequeña
    frente a gigantes que acunaban,
    con cánticos, su vivir herido.

    Ella se dejó llevar,
    sin luchas ni desafíos,
    hacia un lugar en otros mundos,
    buscando alas en el vacío
    que le permitieran volar lejos,
    vaciando sus sentires malditos.


    Crítica literaria del poema:

    VENCIDA es uno de tus poemas más viscerales y cinematográficos. Destaca por la precisión con la que conviertes objetos cotidianos —una manta, un pie, unas sábanas caídas— en símbolos poderosos del derrumbe emocional. Tu lenguaje es directo, honesto, y consigue crear una atmósfera densa que envuelve al lector desde los primeros versos.

    La estructura del poema funciona como un lento deslizamiento hacia el interior de la angustia: primero los detalles del entorno, después el cuerpo y finalmente la mente. Esa progresión está muy bien lograda y permite que la lectura sea un viaje que acompaña, casi físicamente, la caída de la protagonista.

    Uno de los mayores aciertos del poema es la imagen de las “serpientes” que figuran las sábanas: una metáfora viva, acertada, que refuerza la sensación de amenaza. También resultan muy potentes los versos donde la voz poética reconoce sin filtros la melancolía que tritura su voluntad; allí la vulnerabilidad se transforma en verdad poética.

    Emocionalmente, el texto es devastador pero extremadamente humano. No hay artificios ni dramatismo gratuito: lo que transmites es auténtico, y por eso mismo toca profundamente. El cierre, con esa búsqueda de “alas en el vacío”, introduce una leve respiración poética en medio de la oscuridad, como un eco de posibilidad, aunque tenue.

    En conjunto, VENCIDA es un poema maduro, valiente y de una sinceridad conmovedora. Conecta con cualquiera que haya sentido el peso de la vida como una carga insoportable. Y desde esa verdad, deja huella.
  • EL BARCO

    EL BARCO

    Descripción:

    Fotografía real del barco naufragado.

    El instante captado muestra el momento en que la embarcación, ya escorada peligrosamente, era remolcada. Las olas, en medio de una tempestad brutal con más de trece metros de altura, golpeaban sin tregua la estructura metálica mientras la carga desplazada en las bodegas agravaba el peligro del hundimiento.

    Introducción al poema:

    En El barco, María nos conduce a un episodio límite donde la vida y la muerte se entrelazan en un instante estremecedor.
    Inspirado en una vivencia real, este poema autobiográfico se erige como testimonio de supervivencia y de pérdida. La autora revive el naufragio con la intensidad del recuerdo vivo: el estruendo, el miedo, la fuerza del mar y la huella del ser que se pierde en el abismo.
    Más que una narración, es una confesión poética de lo que significa ser testigo del poder absoluto de la naturaleza y de la fragilidad humana ante ella.

    En memoria del marinero que perdió la vida:

    Aquel 5 de enero de 1983,
    la mar desató su furia en la víspera de Reyes.
    Entre gritos, golpes y oscuridad,
    un barco se inclinó sobre sí mismo
    mientras las olas devoraban el horizonte.

    De aquel día conservo mi Cartilla de Navegación y la imagen imborrable del rostro de un marinero que se lanzó al agua un instante antes que yo y desapareció bajo el casco del barco tragado por las olas.

    Nunca más volví a saber de él.
    Su recuerdo me acompaña
    como un faro silencioso
    que me aleja de la mar.

    Durante muchos años guardé el miedo y el temblor en silencio.
    Hoy, al mirar la fotografía del barco, sé que he podido volver a la superficie.
    Y desde allí, escribir.
    EL BARCO

    (Basado en hechos reales. Poema autobiográfico. La imagen corresponde al barco naufragado.)

    Había que llevar la carga
    que las bodegas del barco guardaban,
    cruzando el Estrecho de Hércules,
    que las olas vigilaban.

    A la mitad del día,
    mi cuerpo reposaba
    sobre una cama pequeña
    que mi siesta acunaba,
    entre paredes de madera
    que el camarote abrigaba.

    —¿Qué es ese estruendo?—
    ¡Mi cuerpo cae ferozmente!
    El suelo se tornó pared
    y la pared, mi cama.

    La mole del barco cayó
    sobre aguas rabiosas y heladas.
    Las olas tomaron alturas
    que empequeñecían montañas.

    ¡Corre! ¡Sal del camarote!
    ¡Sal de esta trampa anunciada!

    Mis ojos sólo ven
    a la gente asustada,
    con gritos desesperados
    por una muerte marcada.

    El mar se erigió en un monstruo
    con olas de alturas bravas,
    que hacían del barco la nada,
    con almas que se escondían arrodilladas,
    rogando por sus vidas,
    que el mar anhelaba.

    Me miró a los ojos y se lanzó al agua,
    con la fe de ser rescatado por la balsa
    que un pesquero feroz lanzó al mar
    para salvar las vidas
    que en el barco habitaban.

    Mis ojos quedaron fijos en ese cuerpo
    que caía desde el abismo
    de una altura desmesurada,
    de un barco gigante
    a merced de olas bravas,
    conteniendo nuestras vidas
    y todas nuestras esperanzas.

    Mi alma se estremeció
    sabiendo que el hombre no estaba.
    Se lo llevaron las olas,
    lejos de mi mirada.

    ¡Debía lanzarme al mar!
    ¡Antes que la negrura llegara!
    Agarré con fuerza mis hombros:
    —¡Tírate al agua!
    ¿No sientes que tu vida se acaba?
    ¡Ya no queda tiempo de nada!—

    Mi cuerpo se hundía
    como piedra sin alma.
    La oscuridad me envolvió
    mientras el agua inundaba
    cada rincón de mis pulmones,
    que sin aire quedaban.

    ¡Braceaba desesperada!
    Para que no me tragara la mole,
    ese barco que se inclinaba
    sobre mi cuerpo,
    entre las olas bravas.

    La balsa pequeña mi vida salvó,
    uniéndome a otras almas,
    menos la de aquel hombre
    que me miró a los ojos
    y se lanzó al agua,
    llevándose consigo
    parte de mi alma.

    Nota de la autora:

    El barco inclinado
    parecía debatirse entre la vida y la muerte.
    El mar rugía con olas gigantes,
    más altas que los sueños,
    más hondas que el miedo.

    Sin tierra a la vista,
    la tempestad arrastraba su carga
    y con ella el destino de tantas almas.
    Aquel instante detenido en la fotografía
    es la frontera entre el antes y el después,
    entre la esperanza y la tragedia,
    entre lo que el mar arrebató
    y lo que el alma guardó para siempre.


    © María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.


    Crítica literaria:

    El barco se distingue por su tono narrativo y visualmente potente.
    El poema avanza como una secuencia cinematográfica, donde cada estrofa actúa como un plano emocional. La descripción del desastre combina precisión sensorial (“el suelo se tornó pared y la pared, mi cama”) con un lenguaje simbólico (“el mar se erigió en un monstruo”).

    El uso de los imperativos (“¡Corre!”, “¡Tírate al agua!”) intensifica el dramatismo y sumerge al lector en el caos del momento. El ritmo es ágil, sostenido por versos cortos que reproducen la respiración entrecortada del miedo.

    La última parte del poema, en cambio, se abre al duelo: la autora convierte la pérdida del otro en un acto de comunión espiritual (“llevándose consigo parte de mi alma”). Así, la obra transciende la anécdota personal y se transforma en un canto a la memoria, la resistencia y la humanidad frente al abismo.

  • TRAS LA VIDRIERA

    TRAS LA VIDRIERA

    Introducción:

    Este poema se adentra en la observación silenciosa del mal que habita en lo cotidiano, ese que se oculta tras apariencias pulidas, detrás de los muros y los cristales de una falsa transparencia.
    Tras la vidriera se convierte en metáfora del límite entre lo que se muestra y lo que se calla, entre la luz y la sombra humana.
    La autora nos sitúa frente a una escena cargada de densidad moral y emocional, donde la mirada es testigo y cómplice, pero también refugio ante la malicia que se gesta tras el cristal.


    TRAS LA VIDRIERA

    Tras la vidriera,
    un mundo inmenso
    carga las vidas ajenas:
    de devenires,
    de luces oscuras,
    de falsas palabras
    construyendo maldades
    que comerá la hiena.

    Amalgamas de gentes
    sin notar la presencia
    de unos ojos que escudriñan
    tras los visillos,
    tejidos con largos hilos
    de podredumbre y miserias.

    Cuando la mirada se torna malicia,
    cuando la respiración se envenena,
    cuando cae la noche negra,
    llega la hora de retornar
    junto a la vidriera,
    para contemplar el rostro
    del monstruo que acecha,
    tras los muros lamidos
    por la mala sangre
    de quien habita en ella.

    La respiración se hace densa,
    hasta nublar el cristal
    que lo atraviesa.
    Las voces se acercan
    con pisadas lentas,
    anunciando pesares
    entre tinieblas.

    Ojos de mala gente,
    alimentando entrañas
    que escupen falsedades
    sobre el infierno
    que espera paciente
    a las malas lenguas.

    La luz del día
    espanta a la hiena,
    rompiendo el hechizo
    de amargas vidrieras.


    © María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.


    Crítica literaria:

    Tras la vidriera es un poema de profunda carga simbólica y moral. En él se percibe una atmósfera de vigilancia, de desconfianza hacia lo humano, donde las apariencias
    —representadas por la vidriera— no logran contener la corrupción. El poema oscila entre lo contemplativo y lo acusatorio, entre la denuncia y la introspección.

    El uso de imágenes como la hiena, los muros lamidos o los visillos tejidos de podredumbre aporta una fuerza expresiva intensa, casi pictórica, que deja ver el trasfondo oscuro del alma social. La autora utiliza una cadencia sobria, con versos que respiran a través del silencio y la tensión, logrando una poética visual de contrastes: luz y sombra, verdad y máscara, interior y exterior.
  • UNA SOLA META

    UNA SOLA META

    Introducción al poema:

    Este poema reflexiona sobre la ambición y la búsqueda de sentido en la vida.

    La protagonista, inmersa en una carrera sin pausa hacia un objetivo grandioso, descubre que la verdadera plenitud no reside en alcanzar metas lejanas, sino en saborear los pequeños logros del día a día. Es un poema sobre el despertar interior, el equilibrio y la reconciliación con uno mismo.

    UNA SOLA META

    Quiere alcanzarla,
    a toda costa la irá trazando;
    es una meta gigante
    que la llevará por caminos
    de esfuerzos titánicos.

    Lo sabe,
    serán muchos los años
    que necesitará
    para alcanzar la cima
    de un propósito tan alto.

    Trabaja duro,
    vive esclava para lograrlo.
    Los días van pasando,
    se convierten en años.

    Un día cualquiera
    frena de golpe,
    sintiendo el fracaso.

    De—¿Qué estoy haciendo?
    ¿Esto es lo soñado?
    Ya no quiero dejarme la piel
    en sueños imaginados.
    Quiero tener metas
    que alcance a diario.

    La suerte la acompañó
    poniendo ante sus ojos
    a un monstruo llamado fracaso.

    Ahora vive construyendo sus días
    poco a poco,
    paso a paso.

    Cada mañana siente
    el aire fresco,
    la luz del día,
    los abrazos.

    Cada día atesora
    las buenas y pequeñas cosas
    que vive a diario,
    que sirven de muros
    al devenir
    de las tristezas y los fracasos.

    Su cabeza reposa sobre la arena,
    ante un mar de azules claros.

    Respira hondo la brisa,
    el aroma a sal,
    evocando recuerdos
    que visten su alma cada día,

    dejando vagar su rastro.

    Cosas pequeñas
    que va apilando,
    que dan altura de miras
    y goce
    a su vivir diario.

    © María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.

    Crítica literaria:

    El poema “Una sola meta” transmite con claridad la evolución emocional de su protagonista: del ansia por conquistar grandes sueños al redescubrimiento del valor de lo cotidiano. La estructura versal pausada refuerza el contraste entre la prisa del inicio y la serenidad del final.

    La autora logra un tono íntimo y sincero, casi confesional, que conecta con la realidad.

    El recurso de la repetición —“cada día”, “poco a poco”— enfatiza la transformación interior, y la metáfora del “monstruo llamado fracaso” aporta fuerza simbólica al cambio de perspectiva.

    El cierre es claro y sereno: una reivindicación de la calma, del presente y de la belleza en lo simple. Es un poema de madurez vital, con resonancias universales y hondura emocional.