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  • TODO ES VIDA

    TODO ES VIDA

    Introducción al poema:

    Este poema se sumerge en la contemplación serena de un atardecer cotidiano, donde lo sencillo se convierte en trascendente. La narradora, sentada en un banco envejecido, transita entre la quietud del sopor y la vibrante irrupción de la vida alrededor: niños jugando, voces diversas, aromas, sonidos y colores que se entrelazan en una sinfonía humana. La escena se convierte en un canto a la memoria viva de los espacios comunes, esos rincones que son testigos del paso del tiempo y de la persistencia de la humanidad compartida.


    TODO ES VIDA

    Sentada en un banco envejecido
    por el paso del tiempo,
    siente el crujir de la madera vencida,
    el olor intenso a azahar,
    los naranjos ofrecen sus copas frondosas
    bajo las que dormitar.

    La languidez va alcanzando
    la totalidad de su mente,
    dejándola casi ausente del pensar.

    La cabeza se va ladeando
    muy poquito a poco,
    sin notar que va perdiendo la consciencia, 
    que sus ojos se cierran y se deja llevar.

    Su cuerpo se abandona
    ante el sopor del atardecer,
    la brisa juega entre hojas de naranjos
    para silbar compases previos al anochecer.

    Voces infantiles la despiertan,
    y el zumbar de una cuerda
    que da vueltas sin parar,
    alentando la algarabía
    de los chiquillos que saltan
    uno tras otro, en una cola sin final.

    Un hombre vocea las delicias
    de unos barquillos de galleta crujiente,
    con toques de caramelo
    que deshacen de regusto el paladar.

    La mezcla de voces con acentos distintos,
    de gente procedente de otros lugares,
    de vestimentas de mil formas y colores,
    de momentos de vida
    con esencia de humanidad.

    ¡Ay atardecer,
    que das alas al anochecer,
    para que la vida pueda soñar!

    Se levanta con parsimonia,
    camina hacia su hogar,
    a través de una plaza llena de vida,
    a la que cada atardecer volverá,
    para sentarse en su banco desvencijado
    donde se dejará llevar,
    entre aromas y caricias de brisa fresca,
    junto a rayuelas, canicas,
    y seres cargados de humanidad.


    Reflexión de la autora sobre TODO ES VIDA.

    Escribí este poema pensando en la fuerza que tienen los pequeños instantes cuando nos detenemos a mirarlos. Un banco viejo, el olor de los naranjos, el bullicio de niños jugando, voces de distintos lugares… todo ello compone una escena sencilla, pero a la vez profundamente humana.

    Creo que, a veces, olvidamos que la vida está en esos detalles, en las plazas que acogen encuentros, en las tardes que parecen repetirse pero nunca son iguales, en la diversidad de rostros y acentos que nos recuerdan que no estamos solos.

    Quise mostrar cómo lo cotidiano puede ser un refugio de sentido: un espacio donde el tiempo no sólo pasa, sino que nos regala la certeza de que seguimos perteneciendo al mundo. Para mí, este poema es una invitación a detenernos y a reconocer que todo es vida, incluso aquello que damos por sentado.

    Crítica literaria del poema:

    TODO ES VIDA destaca por su delicada capacidad de observación sensorial: el olor a azahar, el crujir de la madera, la brisa, las voces infantiles y la algarabía colectiva crean una atmósfera rica y envolvente. El poema oscila entre la intimidad individual —la mujer que se deja llevar por el atardecer— y la plenitud comunitaria —la plaza llena de voces, juegos y humanidad—.

    La estructura, con versos narrativos que fluyen sin rigidez métrica, favorece el tono evocador y contemplativo. Se aprecia una progresión clara: del reposo al ensueño, del sueño a la irrupción de la vida, y de ahí al retorno a la plaza como espacio simbólico de pertenencia y memoria.

    El final, con la imagen del banco desvencijado al que la protagonista vuelve cada tarde, otorga circularidad y refuerza la idea de que la vida se sostiene en los pequeños rituales cotidianos. El poema transmite esperanza y pertenencia, con un acento especial en la diversidad cultural como riqueza compartida.

    © María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.
  • HAMBRE, MUERTE, INHUMANIDAD

    HAMBRE, MUERTE, INHUMANIDAD

    Hoy, 10 de diciembre, se conmemora la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948.

    ¿Dónde hallarte, HUMANIDAD?

    Introducción al poema:

    Este poema es un grito de dolor universal, un testimonio poético sobre la crudeza de la guerra, el hambre y la pérdida irreparable de seres inocentes. La voz poética es la de una madre —o un padre— que atraviesa la muerte lenta de su hijo mientras los poderes, parecen ciegos ante el horror.

    Es una súplica contra la inhumanidad, un llamado desesperado a detener la violencia que siega vidas inocentes en nombre de territorios que solo claman paz.

    HAMBRE, MUERTE, INHUMANIDAD

    Mis fuerzas han abandonado mi cuerpo,
    casi no puedo caminar
    por senderos que torturan
    tanto como las bombas
    que caen sin cesar.

    Unos pocos metros me parecen la eternidad,
    pero tengo que seguir,
    aunque tenga que comer tierra
    para cargar sobre mis brazos a mi hijo,
    que ya no puede casi respirar.

    Ya nada puede devolver las vidas,
    Ya nada es posible,
    la miseria nos está matando sin piedad.

    Pasamos los días escarbando,
    tratando de encontrar un trozo
    de cualquier cosa que podamos masticar,
    con la esperanza de llegar al final
    de esta tortura inhumana
    que nos aniquila cada segundo,
    que nos hace querer morir para terminar.

    Llevo a mi pequeño en mis brazos,
    su carita guarda sus hermosos ojos
    que no dejan de mirarme,
    que no dejan de suplicar
    sin emitir palabra alguna
    porque ya no puede hablar.

    ¿No hay nadie que pueda terminar
    con estas muertes
    sin provocar ni una más?

    No hay enemigos,
    sólo hay inhumanidad,
    que siembra con cuerpos inocentes
    cada metro de una tierra
    cuya única riqueza
    son los hijos muertos en el caminar.

    Miles de seres humanos
    yacen entre escombros
    de territorios que sólo gritan: ¡PAZ!

    ¡Ya no puedo más!
    Abrazo con devoción a mi hijo,
    ya no me mira,
    ya no respira,
    ya no puedo llegar.

    Debo parar y cerrar mis ojos,
    para que mi último aliento de vida
    sea para fundirme con él
    y morir en paz.


    ©María Bueno, 2023. Todos los derechos reservados.
  • INCOMPLETO

    INCOMPLETO

    Introducción:

    En Incompleto, María canta a la belleza de lo imperfecto como una forma de verdad. La mirada poética se posa en lo que pasa desapercibido: las ramas retorcidas, los trazos inacabados del día, las raíces que tejen silenciosamente el tiempo.
    Cada imagen es una celebración de lo efímero, una invitación a reconocer la plenitud que habita en lo que no se termina.
    El poema es también una reflexión sobre la mirada —esa capacidad humana de encontrar sentido y pureza en lo que carece de perfección—, y sobre los sueños como fuerza vital que da sentido a lo transitorio.


    INCOMPLETO

    La belleza de lo incompleto
    me asombra cada día,
    cada momento que observo,
    ver aquello que se muestra imperfecto,
    que revela ante mis ojos lo efímero,
    lo insuperable de la excelencia
    de todo cuanto es incierto.

    Las ramas retorcidas de un árbol
    son su identidad y sello,
    sintiendo que las formas de lo bello
    aparecen en pequeños trozos de tiempo.

    Los pinceles de cada día
    dibujan instantes cargados de belleza,
    pero incompletos.

    Sé que lo efímero
    es seguir construyendo,
    sabiendo que, a cada paso,
    todo va desapareciendo,
    guardándose en el alma
    que todos llevamos dentro.

    Lo imperfecto es el origen,
    lo sublime de mirarnos sin complejos,
    lo hermoso de sabernos incompletos,
    para nutrirnos de fuentes
    cargadas de luz y deseos,
    deseos que van tomando forma
    con sólo sentirlos intensos.

    Los sueños se transforman en realidades
    cuando sabemos mecerlos;
    ellos se convierten en claridades
    que impulsarán tus mejores momentos.

    Sueños, esos que empujan nuestro ánimo
    al levantarnos cada mañana,
    en busca de trocitos de vida,
    devorando hasta el hartazgo
    lo que el alma pida en cada momento.

    Ella sabe de flujos cristalinos,
    entre líneas torcidas,
    de raíces sinuosas
    que tejen el tiempo.

    Mirar de frente cada detalle,
    intuyendo el crecimiento
    de la imagen que se va filtrando
    hasta agarrar las entrañas
    y cortar el aliento.

    Nada es imperfecto
    cuando una mirada observa
    sin temores ni miedos.

    Sueños,
    aquellos que rinden la mirada
    para empapar de frescura
    el crecer de la vida
    sólo con trocitos,
    sin alcanzar lo perfecto
    de cada sentir,
    de cada momento.

    Imperfecto:
    miradas que atrapan
    lo efímero de cada instante,
    de cada momento.


    © María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.


    Crítica literaria:

    En Incompleto, María ahonda en una meditación poética sobre la imperfección como esencia vital. La voz lírica se expande en una contemplación más madura, donde la naturaleza y la interioridad humana se funden en un mismo lenguaje.

    El poema avanza como un fluir continuo, con un ritmo tranquilo y reflexivo que invita a detenerse en cada imagen. La metáfora de las raíces sinuosas que tejen el tiempo introduce un tono más terrenal y orgánico, mientras que los flujos cristalinos aportan una sensación de pureza y movimiento. Ambas imágenes dialogan entre sí, simbolizando el equilibrio entre lo tangible y lo espiritual.

    María logra construir una poética de lo inacabado, donde la perfección se redefine como la aceptación de lo que somos en tránsito. La estructura del poema —dividida en bloques que van desde la observación exterior hasta la reflexión interior— refuerza esta idea de evolución, como si el texto mismo estuviera en perpetua creación.

    El cierre, con esa afirmación final: “Imperfecto: miradas que atrapan lo efímero de cada instante”, resume la esencia del poema en un solo gesto: la belleza está en contemplar, no en mirar.

    Incompleto es, en definitiva, una meditación luminosa sobre la imperfección como motor de vida y de arte.


    © María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.
  • QUE LA NAVIDAD TRAIGA LA PAZ

    QUE LA NAVIDAD TRAIGA LA PAZ

    Introducción:

    Este poema nace desde la memoria cálida de la infancia, donde los olores, los sonidos y los gestos sencillos se convierten en refugio emocional. Es un viaje al origen de los sentires que construyen a la autora: la casa, los manteles blancos, las zambombas, el misterio inocente de la Navidad y el regazo que sostiene. Un poema que desea la paz desde la raíz más íntima: la niñez.


    QUE LA NAVIDAD TRAIGA LA PAZ

    Sentires de mi alma,
    con dulces recuerdos
    de manteles blancos.

    Sentires de olores
    que guían mis pasos
    a una casa llena
    de ilusiones sin quebrantos.

    Brazos que arropan mis recuerdos
    entre zambombas
    y misterios
    de un Belén lejano.

    Sentires de mi niñez,
    en su regazo.

    © María Bueno, 2023. Todos los derechos reservados.

  • ALEGRÍAS Y PESARES

    ALEGRÍAS Y PESARES

    Introducción al poema:

    En este poema, María se adentra en la naturaleza dual del sentir humano: la alegría y el pesar, tan inseparables como la luz y la sombra que habitan cada paso de la vida. Su voz se hace eco del dolor ajeno, del sufrimiento que observa en los demás y que, de algún modo, también la habita.
    La mirada poética se posa sobre los gestos cotidianos —una mirada, unas manos sobre un regazo— para descubrir en ellos la profundidad de las emociones compartidas.
    El poema es un canto a la empatía y a la herencia emocional que pasa de generación en generación, una reflexión sobre cómo el vivir se compone de fragmentos de luz y oscuridad que conforman la esencia del alma humana.


    ALEGRÍAS Y PESARES

    Mis pensamientos se forman
    con residuos de alegrías en el vivir,
    con restos de pesares
    que rajan mi garganta,
    robando un lamento
    de desesperanza.

    Me duele su sufrir,
    aunque no sepa su nombre,
    ni su casta,
    ni quién mora en su alma
    en noches oscuras,
    vacías de calma.

    El dolor entiende de entrañas,
    que se contraen
    con sólo observar,
    de soslayo, una mirada.

    ¡Cuánto hablan los ojos!
    ¡Cuánto unas manos apretadas
    sobre un regazo que va estirando
    arrugas ausentes de su falda!

    ¡Ay, gente de mis calles!
    ¡Ay, gente de aceras encontradas!
    Vuestras alegrías acompañan
    cada uno de vuestros pasos,
    dibujando sombras alargadas
    entre calles con sonidos de pisadas,
    que a cada paso ven nacer
    la luz precursora de las mañanas.

    Sufrir y reír,
    enseñanzas de emociones heredadas.


    © María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.


    Crítica literaria:

    “ALEGRÍAS Y PESARES” es un poema de profunda sensibilidad social y emocional. La voz poética no se separa del mundo que observa: sufre por el dolor ajeno, vibra con las alegrías de los demás y se reconoce parte de un entramado humano en el que cada emoción es compartida.

    La estructura es clara y fluida, con un ritmo pausado que refuerza el tono meditativo y compasivo del texto.
    Destacan las imágenes visuales —“las manos apretadas sobre un regazo”, “sombras alargadas entre calles”— que evocan una ternura contenida y una mirada empática hacia la vida cotidiana.

    El cierre del poema, “Sufrir y reír, / enseñanzas de emociones heredadas”, resume de forma magistral la idea central: la vida es una herencia de sentires que se transmiten de alma en alma.

    En su conjunto, el poema transmite una hondura emocional limpia y sincera, donde la autora consigue equilibrar el dolor y la esperanza con un lenguaje sencillo y cargado de humanidad.

  • CAZUELAS DE ANTAÑO

    CAZUELAS DE ANTAÑO

    Introducción al poema:
    Este poema es una alabanza a la memoria viva de nuestras abuelas, esas mujeres anónimas que fueron columna vertebral de la cultura, la familia y la transmisión de saberes. Rafaela, la protagonista, encarna la ternura, la fuerza y la sabiduría silenciosa que nace en la cocina y se perpetúa en cada gesto, cada aroma, cada receta. Con la inclusión de versos populares recogidos por Federico García Lorca, Cazuelas de antaño se convierte en un canto donde el presente honra al pasado, y el pasado refuerza nuestra memoria para no olvidar nuestras raíces. Mi poema da voz a quienes la dieron antes, con la emoción encendida de lo que nunca debe olvidarse.

    CAZUELAS DE ANTAÑO

    El jabón invade sus manos,
    sus muñecas;
    refriega con ahínco
    cada pliegue de su piel,
    sabiendo que las cuevas
    escondidas en las uñas
    guardan bacterias en formación,
    al ataque de sus viandas
    que, con esmero, ha cultivado
    en un pequeño terruño de tierra
    heredado de sus antepasados.

    Sabe que el día será largo
    alrededor de cazuelas de barro,
    del horno de leña con asados,
    cacerolas con papas guisadas
    y pan horneado.

    La festividad será mañana,
    y todos esperan un día de disfrute
    que marque el final
    de las cosechas de este año.

    Nada debe faltar en la fiesta,
    incluida la dicha, la música
    y los bailes de antaño.

    Rafaela asalta el mortero
    para machacar ajos, pimentón,
    romero, un poco de vinagre
    y un chorro de buen aceite
    de olivos centenarios.

    El aroma invade la cocina,
    en la que Rafaela disfruta,
    sintiendo por anticipado
    la felicidad que significa
    compartir momentos únicos,
    tesoros para relatar a su nieta
    en un futuro no tan lejano,
    donde la niña que es ahora
    heredará toda su pasión
    por los fogones de antaño.

    Está oscureciendo.
    Lleva todo el día cocinando,
    está agotada de tanto cortar,
    hornear y lavar cacharros.

    Con lentitud,
    deshace el lazo del delantal
    que rodea su cintura,
    que la ha acompañado todo el día,
    empapado de tanto fregar
    ante un pilón viejo y grande,
    cargado de cacharros
    que, ya limpios, escurren
    a la espera de ser atrincherados
    en alacenas junto a platos,
    vasos y copas de postín,
    para brindar por momentos únicos
    atesorados en las fiestas de cada año.

    Esas vivencias formarán los recuerdos
    como herencia familiar de costumbres
    y tradiciones nacidas de esfuerzos,
    valores y abrazos largos y apretados.

    Rafaela se acuesta en su lecho,
    sobre un colchón relleno de lana,
    imaginando —antes de cerrar sus ojos—
    a cada uno de sus familiares y amigos
    disfrutar de cada bocado,
    entre risas y disfrutes
    de bailes al son de panderetas
    tocadas con destreza
    con cantares centenarios:

    «De los cuatro muleros
    que van al agua,
    el de la mula torda
    me roba el alma.

    De los cuatro muleros
    que van al río,
    el de la mula torda
    es mi marío…»
    (Canción de Federico García Lorca).

    ¡Un brindis por la cocinera!,
    guardiana de culturas
    que hoy siguen marcando huellas,
    en un camino de saberes necesario
    para mantener la esencia
    de lo que fuimos
    y seguimos necesitando.

    Somos el sentir
    que todas ellas soñaron:
    ellas, nuestras abuelas,
    grandes mujeres,
    con voces y vidas
    propias de tiempos pasados,
    que siguen viviendo en cada uno
    de nuestros sentires amados.

    ©María Bueno, 2023. Todos los derechos reservados.

    Crítica literaria de Cazuelas de antaño:

    1. Atmósfera y tono
    El poema consigue una atmósfera entrañable y profundamente evocadora. Cada detalle —el jabón en las manos, el mortero, el horno de leña— despierta la memoria sensorial del lector: olores, sonidos, texturas. El tono es a la vez cotidiano y solemne, porque lo que podría ser una simple jornada de cocina se convierte en un acto cultural y espiritual, en un legado de vida.

    2. Imágenes y símbolos
    La cocina es presentada como un templo donde Rafaela oficia un ritual: limpiar, amasar, guisar, ordenar… Cada objeto cotidiano (el pilón, el delantal, las cazuelas) se eleva a símbolo de tradición y herencia. La irrupción de los versos populares de Federico García Lorca añade un puente directo con la cultura oral, reforzando el carácter colectivo de la memoria. La figura de Rafaela es símbolo de todas las abuelas y mujeres que sostuvieron la vida desde lo invisible.

    3. Estructura y ritmo
    El poema se desarrolla en tres movimientos claros.
    El inicio: la preparación (limpieza, cultivo, previsión).
    El corazón: la cocina como celebración anticipada.
    El cierre: el cansancio y la entrega final de Rafaela, que trasciende hacia la memoria y la herencia.

    Esta progresión dota al poema de un ritmo narrativo cercano a la prosa poética, pero con cadencia versal que mantiene viva la musicalidad. La inclusión del canto popular actúa como clímax emotivo.

    4. Temática y profundidad
    El tema central es la herencia cultural y familiar. La cocina no se entiende sólo como acto de alimentar, sino como transmisión de valores, de costumbres, de amor. Es también un homenaje a las mujeres invisibles de la historia, guardianas de culturas y memorias colectivas. El poema rescata la importancia de lo pequeño y lo cotidiano, revelando su grandeza en la construcción de la identidad.

    Valoración final:

    Cazuelas de antaño es un poema que emociona porque transforma la vida diaria en patrimonio espiritual. Con un lenguaje sencillo y honesto, consigue que lo doméstico se vuelva trascendente. La inclusión de la canción popular de Lorca lo enlaza con la memoria cultural colectiva, convirtiéndolo en un canto coral. Es un texto que huele a pan recién hecho, a leña ardiendo y a manos curtidas por el esfuerzo, pero también a abrazo, a raíz y a futuro.

  • LO INVISIBLE

    LO INVISIBLE

    Introducción al poema:

    En Lo invisible, la voz poética se adentra en un territorio donde lo sensorial y lo espiritual se entrelazan. El poema nace en el instante íntimo en que una mano sostiene a otra y, desde ese contacto mínimo, se abre un universo de percepciones profundas: aromas, pulsos, brisas, colores.
    Es un viaje hacia lo que no se ve, pero se siente intensamente; hacia aquello que habita en los márgenes de la existencia, donde lo frágil y lo eterno conviven.

    El poema invita a reconocer la belleza escondida en los gestos que parecen pequeños, en los silencios que protegen, en los seres que se sienten libélulas apagadas pero conservan una luz misteriosa que cura y acompaña.


    LO INVISIBLE

    Le cogió la mano,
    sintió que respiraba,
    que su garganta saboreaba
    el dulce cerezo en flor,
    el aroma a tierra mojada.

    Sintió,
    sintió profundamente su aliento,
    su suave respiración,
    su pausado palpitar
    alcanzando sueños
    mecidos por brisas en la mar,
    allí donde la vista se pierde
    en un sinfín de lilas blancas
    que acarician su piel,
    sus ojos, su alma.

    Nada es imposible
    cuando la claridad
    es la morada,
    esa que siempre abriga
    el frío de las noches amargas,
    con la única pretensión
    de ver la nada,
    las sombras,
    lo invisible que ronda
    el filo de pisadas.

    Poder vivir al margen,
    al borde de la mirada,
    sin ser más que una libélula
    casi apagada.

    Sentires que curan
    más que acompañan.

    Eternidades entre miradas,
    bajo el influjo de la nada.


    © María Bueno, 2025. Todos los derechos reservados.


    Análisis del poema.

    1. La materia sensorial como puente hacia lo íntimo:
    El poema se abre con una escena táctil y respirada. Desde la mano tomada hasta el aroma de tierra mojada, la autora construye un espacio en el que los sentidos se expanden y permiten acceder a lo profundo del otro. Lo visible se disuelve en una corriente sensorial que prepara al lector para la aparición de “lo invisible”.

    2. La dualidad entre claridad y sombra:
    La segunda parte introduce una reflexión más abstracta: la claridad como refugio, como morada que abriga las noches amargas. Aquí la luz no es sólo luminosa, sino protectora. Frente a ella, la “nada”, las “sombras” y “lo invisible” aparecen no como amenaza, sino como dimensión que también forma parte de la vida. El poema sugiere que para comprender plenamente lo visible, hay que aceptar lo que no se ve.

    3. La identidad frágil simbolizada en la libélula:
    La imagen de la libélula “casi apagada” es uno de los momentos más potentes del poema. Habla de vulnerabilidad, de sentir la existencia desde un límite. Pero al mismo tiempo, la libélula es símbolo de transformación, delicadeza y transparencia. Incluso apagada, conserva un brillo.

    4. Sentires que curan:
    En los dos versos que funcionan como eje emocional —“Sentires que curan / más que acompañan”— se condensa la esencia del texto: la emoción no sólo acompaña, sino que repara, sostiene, salva.

    5. El cierre: una eternidad mínima
    “Eternidades entre miradas, / bajo el influjo de la nada” cierra el poema con una paradoja hermosa: en lo más simple (una mirada, un silencio), se esconden eternidades. La nada no es vacío, sino un espacio donde lo importante se revela.
    
    
  • BESOS PROPIOS

    BESOS PROPIOS

    Introducción al poema:

    Este poema nació de una sensación profunda de desconcierto corporal, de ese pequeño asombro que sentimos cuando descubrimos que, aun siendo dueñas de nosotras mismas,  hay gestos de ternura que nos son imposibles de darnos. Surgió un día en el que imaginé un abrazo propio, jugando con la ternura y el absurdo, con la libertad de escenificar algo abstracto y  liberarlo.

    En realidad, es un canto a la reconciliación con el propio cuerpo, con el propio yo, al amor propio repartido en muchos trocitos, a la aceptación de nuestra rara y hermosa humanidad física, poniendo acento de humor a lo cotidiano.

    BESOS PROPIOS

    A santo de qué
    no pueden llegar mis labios
    a mi mejilla
    para comerme a besos yo misma.

    A santo de qué
    no puedo alcanzar a abrazar
    mi cuerpo con mis propias manos.

    ¡Qué cuerpo tan raro!,
    alcanzo mil cosas
    sin poder yo misma
    darme un abrazo.

    Poder rodear mi hermosura
    en un cálido apretón
    que recoja cada centímetro
    de mi diámetro.

    ¡Ay chiquilla!
    Has dado por fin con la solución
    a tu cuerpo raro,
    no es que no puedas llegar,
    es que es mejor hacerlo
    a trocitos en muchos abrazos.

    ¿Quién dijo que la cuadratura
    del círculo es pertenencia
    de enigmas matemáticos?

    Es simplemente imaginar muchos mimos,
    sin necesidad de reglas ni trazados.

    © María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.
  • EL MANTEL

    EL MANTEL



    Introducción al poema:

    El poema “El mantel” es una evocación íntima y cálida de la memoria familiar, donde un objeto cotidiano —un viejo mantel— se convierte en símbolo de unión, de tradición y de la fuerza de los recuerdos compartidos.
    A través de imágenes vivaces de la mesa de domingo, la autora rescata no solo sabores y aromas, sino también conversaciones, afectos y un modo de vivir que, afortunadamente, se resiste a desaparecer.
    EL MANTEL

    El cajón abierto deja asomar
    los hilos desgastados
    de un viejo mantel en desuso,
    a la sombra de recuerdos
    de una mesa llena de sueños,
    de amores y quebrantos:

    ¡Se oyen los pasos!
    ¡Llegan en tropel!
    Para la comida del domingo deseado.

    Ahora toca recibir a la vajilla
    sobre el mantel blanco inmaculado.
    Mil voces se unen para gritar
    la alegría de un encuentro esperado,
    el de cada domingo alrededor
    de fuentes, platos y viandas
    hechas a la lumbre del fogón,
    que da fuelle al cocido
    de garbanzos lechosos,
    con una buena "pringá",
    con su morcillo, su tocino,
    su buena gallina vieja,
    patatas tiernas, puerros y zanahorias
    que revolotean y tropiezan
    contra las paredes
    de un puchero de barro,
    desprendiendo olores
    que llegan a todos los olfatos.

    Sentados esperan "esmayaos"
    a la olla que se va acercando,
    con ceremoniosa marcha
    desde la cocina
    al centro de la mesa,
    vestida con un impoluto
    mantel de hilo blanco.

    ¡Qué rico! ¡Qué bueno está este caldo!
    Ya lo dicen todos:
    ¡Nada como la comida de un domingo
    sobre un mantel bien planchado!

    Cada vez que ese viejo mantel
    cae en mis manos,
    recuerdo con añoranza
    las largas charlas de sobremesa
    sobre penurias, fracasos
    y retos alcanzados.

    Y así devuelvo el viejo mantel
    al cajón sin ser capaz de tirarlo,
    porque los sentires que rememora
    tejen con fuerza mi memoria
    y mi vivir diario.

    Un simple trozo de tela
    que vive en un cajón
    con un valor extraordinario.


    ©María Bueno, 2023. Todos los derechos reservados.


    Crítica y análisis literario breve:

    “El mantel” emplea la técnica de la metonimia, donde un objeto cotidiano adquiere la fuerza simbólica de representar la memoria familiar. La voz poética enlaza lo doméstico con lo trascendente, transformando un simple tejido en guardián de aromas, voces y afectos.

    El poema se construye sobre un ritmo narrativo-sensorial, que mezcla descripciones culinarias, exclamaciones populares y recuerdos íntimos. La alternancia entre lo vivido (la mesa del domingo) y lo evocado (la nostalgia al reencontrar el mantel) refuerza su tono de homenaje.

    La autenticidad se potencia con el uso de expresiones locales como "pringá" o "esmayaos", que aportan oralidad y cercanía. En conjunto, el poema es un ejercicio de poesía de la memoria, donde lo sencillo se engrandece al convertirse en depositario de emociones colectivas y personales.
  • EL NIÑO DE MI SENTIR JUNTO A MÍ.

    EL NIÑO DE MI SENTIR JUNTO A MÍ.

    Introducción al poema:

    Este poema continúa el sentir de aquel niño que nació en mis versos en enero del año 2024, en ESE NIÑO. Aquí, su historia se prolonga, cargada de una esperanza frágil que se quiebra ante una nueva tragedia. Es el mismo niño, con las rodillas aún marcadas por el miedo, con la voz ya rota, que resiste en soledad. Le di palabras porque no puede gritar. Le di memoria, porque merece ser recordado.


    EL NIÑO DE MI SENTIR,
    MUY CERCA DE MÍ

    ¿Dónde está?

    Mis pasos me llevan por calles
    que crujen con cada pisada,
    con cada piedra que cae
    rodando por las ruinas
    de cada casa que albergaba
    la vida del niño de mi sentir,
    del que miraba sus manos vacías
    sin poseer nada.

    El silencio es tan profundo
    que puedo oír mi propia voz,
    murmurando maldiciones
    contra el terror de presentir
    que ese niño ya no está
    en ningún lugar,
    que la vida lo abandonó,
    haciendo de su existir
    un tormento sin razones,
    sin porvenir,
    sin nada por lo que vivir.

    El silencio se apodera de mi caminar,
    se convierte en la nada
    a cada paso que dan mis pies
    en el incesante buscar.

    En mitad de una calle vacía
    me encuentro de frente con una mujer,
    sentada sobre un trozo de madera,
    que cree es la puerta de su morada
    antes de la nada,
    antes de verse tirada
    por tanta brutalidad,
    sin posibilidad de sobrevivir
    a un sinsentido que no sabe cómo sufrir.

    No llora,
    sólo mece su cuerpo
    adelante y atrás
    para saberse viva,
    para saber qué aún está
    entre escombros
    que un día fueron su hogar.

    Señora,
    ¿ha visto al niño de mi sentir
    en algún lugar?

    La mujer levanta su cabeza
    para ver mi rostro
    y leer mis labios,
    en un esfuerzo por recordar
    como es el cuerpo vivo de alguien
    con fuerza y poder para preguntar
    por el niño de mi sentir,
    ese pequeño que ayer
    vio en algún lugar.

    Sentada sobre las cenizas de su hogar,
    respira hondo para sacar fuerzas y señalar,
    que el niño de mi sentir
    me buscaba desde la pasada Navidad,
    gritando mi nombre,
    que inventó para no volverse loco
    en su soledad.

    Señora, el niño de su sentir
    aún vive,tres calles más allá.

    No tiene a nadie que lo abrace,
    ya no le queda voluntad
    para aferrarse a la esperanza
    de que alguien llegará,
    para sentir un abrazo
    que le aleje el tiritar
    de una vida sin sentido,
    de una vida de abandono
    llena de brutalidad.

    La mano de la mujer
    marca la dirección de mis pasos
    hacia el lugar donde ese niño vive agazapado por su realidad.

    Cree que el vacío derribado
    de paredes y techos es su casa,
    su vida, su historia familiar.

    Enfilo una calle sin aceras,
    sin asfalto,
    con montañas de escombros
    y ventanas erguidas sobre paredes
    que sucumben con cada explosión
    en la negrura de noches sin piedad.

    Su casa es sólo una ventana
    entre ladrillos sin más.

    Mi corazón se sobresalta
    frente a un salón con sólo un sofá,
    sin puertas,
    con apenas paredes en pie,
    con latas a medio comer,
    que lanzaron desde el cielo
    tiradas por pájaros en vuelo
    rodeados de metralla
    por un simple trozo de pan
    con el sino del final.

    Un niño, casi escondido,
    reposa su dolido cuerpo
    en la esquina de ese sofá,
    su pequeño tamaño
    trae al presente su corta edad.

    Con un miedo infinito
    me voy acercando para notar
    si sus pequeños pulmones respiran,
    si su aliento guarda algo de vida,
    si su corazón palpita
    a la espera de que alguien
    rompa su miedo en esa oscuridad.

    Mi mano roza con temor su mejilla
    rezando para que su piel
    guarde el calor de la vida,
    por poca que sea ya.

    ¡Eh, pequeño! ¿Me recuerdas?
    Soy la que te busca
    y vive en tu imaginación
    desde hace años ya,
    aquella mujer que te vio en su mente
    con tus manitas vacías
    gritando ¡HUMANIDAD!

    Pequeño mío, aquí estoy
    pegadita a ti,
    para llevarte a un lugar
    donde la vida vuelva a nacer,
    donde tus manos puedan abrazar
    sabiendo que eres
    EL NIÑO DE MI SENTIR,
    el niño de mi caminar.

    Vamos pequeño,
    vamos a un lugar
    donde tu corazón
    pueda descansar y amar.

    El NIÑO DE MI SENTIR,
    algún día volverá
    a las calles destruidas
    que un día fueron su hogar,
    con las manos llenas de fuerzas
    que reconstruyan esperanzas,
    que tengan rango de vida en PAZ.

    Y el NIÑO DE MI SENTIR vivirá.

    ©María Bueno, 2023. Todos los derechos reservados.


    Critica al poema:

    María…,tu poema es conmovedor, de una ternura brutal y al mismo tiempo desgarradora.

    Siento al leerlo que el niño de tu sentir no es sólo un niño, son todos los niños invisibles del mundo, los niños heridos, abandonados, sobrevivientes de la violencia, pero también es una parte íntima de ti, esa parte tuya que camina entre escombros buscando vida, buscando redención para los inocentes.

    La forma en que describes la escena —las calles que crujen con cada pisada, las casas derruidas, la mujer meciéndose sobre su dolor— es tan real que se puede oír el silencio, oler el polvo, sentir el temblor del miedo y del amor desesperado.
    Cada imagen se sostiene con la fuerza de la emoción auténtica, y eso hace que el poema trascienda: no es solo bello, es verdadero.

    Hay algo especialmente poderoso en cómo integras el movimiento: caminar, buscar, acercarse, tocar… Ese avanzar entre ruinas hasta encontrar la vida pequeñita que aún late es una metáfora bellísima de la esperanza persistente, esa que a veces parece imposible, pero sigue encendida en ti.

    Y el cierre, María, es un abrazo:
    "Y el NIÑO DE MI SENTIR vivirá."
    —Es un renacer, un decreto de fe, una promesa a la que te aferras como un acto de amor contra la brutalidad del mundo.

    Mi opinión sincera: este poema no sólo emociona, también abraza y sostiene. Es una joya llena de humanidad.

    Valoración final:

    Ese Niño es un claro ejemplo de cómo la poesía puede ser un medio de protesta y de defensa de la dignidad humana. Con delicadeza y firmeza, el poema nos recuerda que hay verdades demasiado crudas para ser silenciadas, y que la palabra poética tiene el deber de alzarse. Su belleza está en la sinceridad con que transmite lo esencial: la vida de un niño no puede ser arma ni escudo, sino futuro cargado de humanidad.