Y vivió como pensaba,
como su corazón marcaba,
como su alma soñaba.
Eternamente creyó
en un mundo único
para todas las almas,
sin distinción de razas.
Y se atrevió,
se atrevió a defender a migrantes
desahuciados entre fronteras,
atrapados sin futuro ni valor.
Imaginó que la Tierra sería
el cobijo de miles de voces,
sin necesitar clemencias,
sin miedos a guerras,
sin sentir opresión.
Imaginó que no cabría el perdón
porque nadie osaría ser superior,
para saberse dueño
de miles de vidas humanas
de distinto color, amores o condición.
¡Ay, hombre bueno!,
tu aurora quedará por siempre
mecida en peregrinación,
porque tus propios pasos
en la Tierra
han dejado la huella
de tu revolución humanista,
de tu enorme valor,
de tu franca risa,
de tu bendita pasión
por el devenir del mundo
para pedir PAZ en cada rincón.
Una Tierra que hoy abraza tu cuerpo,
uniéndolo a tu benefactor,
que desde ese lugar sereno
te abrazará con infinito amor.
Querido hombre bueno,
DESCANSA EN PAZ en ese rincón,
de un cielo que te vio nacer
y que ahora mece tu buen corazón.
Soldado amigo,
hoy tu batalla se quebró,
para iniciar un camino
que el amanecer
a tu montaña te llevó.
Un hombre bueno,
un alma noble cargada de valor.
© María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.
Categoría: Poemas
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UN PAPA HUMANO, UN HOMBRE BUENO.
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SAETA AL CAUTIVO.
Agarra el dolor sobre el costado,
sintiendo el calvario
de saberse cautivo
entre mudos soldados.
La vida se trunca al instante
presa de maldades de mercados,
atesorados a cambio de la vida
del cautivo profanado.
El arrastre de pies,
que soportan encadenados,
tras el paso del Olivo Santo.
El silencio se adueña de mantras
al compás de cirios quemados.
La noche se carga de silencios,
de "quejíos" desbordados
bajo palios mecidos
al compás de hombros cansados.
El cantor templa
sonidos desgarrados,
para rendir cuentas
ante el dolor de un Campo Santo.
La saeta solloza
por penitencias,
de una noche de dolores
frente a ojos azabaches
con llantos desgarrados.
El manto que cubre su espalda
cae sobre sus pies descarnados,
treinta monedas malditas
nunca hicieron tanto daño,
monedas cargadas de maldad
que aún hoy van de mano en mano.
Llora cantor,
llora con tu pecho descarnado,
por el sufrimiento
sobre la piel del maltratado,
aquel que mora entre el cielo
y una Tierra cargada
de sufrimientos y sueños quebrados
por la avaricia de un mundo mutilado.
Entre la multitud
una trompeta llora sin descanso,
por el devenir de pasos arrastrados.
© María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados. -

LA MALDAD
Crecer sin ir hacia atrás,
con la certeza plena
de que lo bueno permanecerá,
que el monstruo inhumano se extinguirá,
dando paso a un mundo
en el saber y entender,
y que aún siendo prescindibles
todos somos insustituibles.
El saber del ser humano
está pegado a la bondad,
sin ella no hay pasos que dar,
porque los pasos que hacen el camino
huellas dejan al andar,
para que los hijos nacidos
tengan donde morar,
sin miedos ni amenazas
que destruyan su caminar.
No existe un camino
si sólo se anda para medrar,
entre intereses innobles
que apresan a la humanidad.
Camina sintiendo a cada paso
que tus pies te llevan a tu verdad,
esa verdad en la que crees
y que te dará fuerzas para llegar,
porque caminar avanzando
es construir un nuevo mundo
donde no cabe la crueldad.
Maldades que se agotan
a cada paso que dan,
porque sus pies ya no saben caminar,
porque sin huellas
no se hace camino,
no se llega a ningún lugar.
Maldades malditas que morirán.
© María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados. -

QUERIDO PADRE, QUERIDO ABUELO.
Tejes vida, vida que nos hace crecer y sentir.
Sentires que día tras día nos dan fuerzas
con un por qué, con un seguir.
Nada podría ser sin tu propio vivir,
sin ese honesto ejemplo que nos enseña
a marcar las huellas de cada pisada,
por caminos sembrados al alba
en cada una de mis mañanas.
Padre, tu mano siempre está tendida,
siempre aferrada a mí,
con la generosidad infinita de darme todo,
sin nunca saber tú qué pedir.Padre, abuelo, cuánto os debe mi alma,
cuánto sentir me acompaña
con sólo rememorar vuestras miradas,
vuestras manos tendidas hacia mí.
© María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados. -

AQUÍ, AHORA, LLANTOS DESGARRADOS.
Introducción:
En este extenso y hondo poema, María nos sitúa frente al desgarro del presente y a la necesidad de volver al origen. La voz poética se debate entre la náusea existencial y la esperanza de reconstrucción, entre la culpa colectiva y la fe en una conciencia capaz de redimir lo humano.
AQUÍ, AHORA, LLANTOS DESGARRADOS es un viaje hacia el reconocimiento del dolor del mundo y una afirmación de que la vida —pese a su crudeza— aún puede reconfigurarse desde la emoción, el pensamiento y la memoria creadora. El poema respira la urgencia de quien no sólo observa, sino que siente en su propia carne el derrumbe y la necesidad de recomenzar.
AQUÍ, AHORA,
LLANTOS DESGARRADOS
Y un día pasó,
todo se volvió pequeño,
inaccesible, lejano.
Mi estómago se hizo presente,
sin que nada estuviese cercano,
sin que nada aliviase mi repugnancia,
ese asco que enraíza
hasta el flujo más lejano.
Nos volvimos humanos
con pretensiones de amos,
de miles de vidas
a las que hacer daño.
Ese daño que infringen
no sólo unos cuantos.
¡Qué pequeños, qué insensatos!
Cuánta inmensidad de lo desconocido
baja sin freno mi ánimo.
Cuántas pequeñas vidas
dentro de mil vivencias,
dentro de cada paso.
¡Ay, vida!
¿Es que no puedes parar parando?
Sintiendo que vivo
sin dar ni un solo paso.
Momentos precisos
para sentarme un rato,
para sólo pensar,
sólo crear un pequeño espacio.
Espacio para sentir mi latir,
para sentir mi vivir,
para estar en mi ahora,
en mi aquí,
en mi propio mundo creado.
¡Lo haré!
Construiré con emociones,
cimentaré con la inmensidad de lo vivido,
sin tener reparos.
Crearé mi memoria,
crearé mi poder frente al infinito,
frente a ese futuro desconocido
que ocupa mi vivir diario.
Ese sitio,
¿dónde?
¿Cómo construirlo?
¿Cómo hacer para no echarlo abajo?
Ese pellizco en las entrañas
de mi cuerpo castigado
por el devenir del alma,
que llora o ríe con descaro.
Ese pellizco maldito
que presiente la destrucción,
el fracaso.
Ese miedo eterno a lo que no veo,
pero pienso sin descanso.
Ese sentir nauseabundo
que destruye lo más humano.
¡Miles de vidas arrasadas!
¡Seres vivos destrozados!
Porque miles de malditos muros
nos vienen separando,
destruyendo sin medida
todo lo que hemos creado.
Manos que blanden armas
para robar lo soñado,
lo creado por el Planeta Tierra,
que no deja de estar preñado
de vida, de luz, de agua,
de todo lo que necesitamos.
Todo aquello que pertenece
no sólo a unos pocos,
a todos los seres vivos,
incluido el humano.
Ese maldito sentimiento de poder
sobre tus propios hermanos,
hermanos de una Tierra noble
fecundada sin descanso,
una Tierra en estado eterno
de esperanzas y quebrantos,
una Tierra de eternidades claras
con conciencia de finitos plazos.
Sentires de un presente feroz,
de un porvenir quebrado,
de pertenencias a tribus
que sólo pretenden usarnos,
como si sólo fuéramos el medio
para conseguir lo anhelado,
un trozo de cada vida,
un mundo destrozado.
Nada es necesario
cuando pretendemos tanto.
¡Tanto, tanto!
¿Qué es todo esto
que ahora estamos llorando?
¡Ay, conciencia!,
eres el tesoro guardado,
la única que podrá sacar
lo bueno de lo humano.
Inmensidades creadas,
pensamientos abrumados,
tratando de terciar
entre lo divino y lo humano.
Reconciliar desde la razón,
reconciliar desde el amor
que nos debemos como hermanos,
que un día fuimos parte
de un mismo vientre preñado,
una Tierra que no es el hogar
de sólo unos cuantos.
© María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.
Crítica literaria:
El poema “AQUÍ, AHORA, LLANTOS DESGARRADOS” se erige como una reflexión poético-filosófica de gran alcance moral y emocional. María entrelaza la experiencia íntima del asco, la culpa y el miedo con la mirada universal de una humanidad que ha perdido el rumbo. El texto fluye como un torrente de conciencia, donde lo corporal y lo espiritual dialogan sin artificios.
El inicio es visceral: el cuerpo siente la repugnancia del mundo degradado. Desde ese temblor orgánico, la poeta alza un discurso que crece hacia la denuncia y culmina en una plegaria de redención. La voz poética no se separa del dolor ajeno; lo incorpora, lo habita, lo hace propio. Esa compasión doliente, tan característica de tu escritura, transforma el poema en un espejo del alma colectiva.
Estructuralmente, el poema tiene un ritmo libre, que se expande como respiración de pensamiento. Los versos breves y los encabalgamientos dan la sensación de tránsito interior, de búsqueda incesante. La reiteración de ese pellizco, ese miedo, ese maldito sentimiento enfatiza la angustia reiterada que atraviesa lo humano y la naturaleza.
El tono evoluciona desde lo íntimo hacia lo cósmico: del cuerpo enfermo al planeta herido, del yo al nosotros. En esa transformación reside la fuerza de tu obra: la fusión entre lo personal y lo universal, entre lo ético y lo poético.
El cierre, con su llamada a la conciencia y la reconciliación, devuelve la esperanza sin ingenuidad: un ruego nacido del conocimiento del daño, pero aún sostenido por la fe en la bondad humana y en la memoria de la Tierra como madre común.
En suma, es un poema poderoso, valiente y profundamente humano, donde la palabra se convierte en acto de conciencia y en testimonio del dolor y la belleza que aún persisten. -

VESTIDO DE DOMINGO Y UN CHARCO
Introducción:
En Vestido de domingo y un charco, María Bueno rescata la dulzura de la infancia y el equilibrio entre la inocencia y la norma. La escena, sencilla y universal, encierra un ritual cotidiano: el deseo infantil de pisar un charco frente a la voz adulta que advierte sobre el peligro del barro y del vestido nuevo.
Entre el impulso libre y la contención impuesta se dibuja un retrato generacional: el de quienes aprendieron a disfrutar dentro de los límites, sin renunciar al gozo más puro de la vida.
VESTIDO DE DOMINGO Y UN CHARCO
Posa la pisada con cuidado,
no sea que el agua lleve barro.
Se atreve con el segundo pie,
¡ya está sobre el charco!
Ahora cuidado,
sólo arrastraré un poquito
la suela sobre el fango,
¡mis botas de agua
son fieles soldados!,
me protegerán del enemigo
que vive en el charco.
¡Chapoteará por fin!,
¡con patadas al agua!,
pero con mucho cuidado
porque lleva un vestido
recién estrenado,
con la prohibición de mancharlo.
Hoy es domingo
y no puede ensuciarlo,
podría provocar todo un enfado
con amenazas tiernas
y mantras heredados:
¡Ya te lo dije!
¡No pises los charcos!
Tu vestido no entiende de fangos,
debes cuidarlo
porque sólo los domingos
puedes usarlo.
Trocitos de recuerdos
sin enemigos malvados,
porque sólo era el disfrute
de chapotear sobre un charco.
Crítica literaria:
Este poema logra una ternura conmovedora a través de un lenguaje limpio y una estructura narrativa ligera, casi visual. La autora nos sumerge en una secuencia que se lee como una pequeña película de la memoria: un pie, luego el otro, la risa contenida, el miedo al regaño, la felicidad del instante robado.
El uso de exclamaciones y repeticiones (“¡Chapoteará por fin!”, “¡Ya te lo dije!”) da ritmo y autenticidad, evocando el tono de la niñez y las voces familiares. Además, el contraste entre el “enemigo del charco” y la “prohibición de manchar el vestido” convierte la anécdota en metáfora: la vida adulta nos enseña a cuidar la apariencia, a evitar el barro, pero la infancia —y el alma libre— buscan, inevitablemente, saltar dentro de él.
La última estrofa cierra con una nota nostálgica, casi redentora: los recuerdos, al final, no tienen enemigos, sólo la pureza de un instante vivido con alegría. El poema es, en esencia, un canto a la inocencia resguardada, a la belleza de lo pequeño y a la memoria que sigue chapoteando, limpia, dentro de nosotros.
© María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados. -

EL NIÑO DE MI SENTIR
Este poema de hoy es el sentir del mismo niño del que escribí en enero del año 2024 y que pueden leer al final del poema que les muestro ahora:
EL NIÑO DE MI SENTIR
Aquel niño que sentí
hace ya más de un año,
aquel pequeño que miraba sus manos
sin tener nada que guardar,
nada por lo que vivir,
nada por lo que soñar.
Ese niño hoy, exactamente hoy,
posa sus manos sobre su pecho
para palpar el galope azorado
de su pequeño corazón
esperanzado en el final.
Es pequeño, aún no tiene edad
para saber la dimensión
que tiene algo llamado
ALTO EL FUEGO,
pero presiente que algo bueno será
por pequeña que sea esa frase,
por pequeña que sea la esperanza,
sabe que la guerra parará
para que resurja la vida entre la muerte
y él pueda gritar junto a sus mayores:
¡PAZ, PAZ!
Esa palabra blanca
que suena a caminar
sin la compañía del miedo
que agarraba sus entrañas cada día,
cada paso que ha dado
desde hace más de un año ya.
Aquel día de enero,
aquel miedo voraz,
esa desesperación
que le hizo caer de rodillas
para sólo invocar ¡HUMANIDAD!
Ese pequeño niño hoy vuelve a posar
sus pequeñas rodillas sobre una tierra
desde la que vuelve a gritar
formando sólo dos palabras:
¡GRACIAS HUMANIDAD!(15 de enero del año 2025)
El siguiente poema es el que escribí sobre el mismo niño de mis sentires en enero del año 2024:

© María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.
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DORMIRES Y DESPERTARES
Introducción:
En este poema, María rescata la ternura de la infancia y la memoria emocional que la acompaña. Dormires y despertares no son solo los momentos del sueño y el despertar físico, sino también metáforas del tránsito entre la inocencia y la conciencia, entre la protección y el descubrimiento del mundo. Los padres aparecen como guardianes amorosos que sostienen, con su vigilia silenciosa, la seguridad y la dicha del niño que duerme.
DORMIRES Y DESPERTARES
Guarda mi memoria
un tesoro enorme,
hecho de muchas historias;
de noches de sueños y despertares,
de esfuerzos por oír
algún ruido de voces,
el crujir de envolturas,
de ver a esos seres adorables
cargados de ilusiones, de aventuras,
de hermosos sueños llenos de anhelos
por juegos y cantares.
Cargas llenas de esperanzas
llegaban esas noches
de dormires y despertares,
acunados por el querer de mis padres,
que, con infinita ilusión,
hacían guardias reales
para acunar mis sueños,
sobre todo,
mis despertares.
© María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados. -

12 UVAS Y UN RELOJ
UN NUEVO AÑO
Empezó la cuenta atrás nada más nacer,
nada más notar que las uvas
se atropellaban contra el paladar,
con las prisas de saber que la 1
debía correr sin mirar atrás,
no fuera que la 12 no llegará al compás
de un reloj que marcaría el final
de un año viejo harto de dar horas
a la humanidad.
¡Ya está!, ¡el nuevo año llega!
¡Mira el reloj! Ha dejado de cantar
porque un nuevo minuto de tiempo
empieza su cuenta atrás.
© María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.Os deseo de corazón que las horas de un reloj sólo sirvan para saber que el tiempo no es una razón para correr, que la vida merece ser sentida con un poquito de compás que nos deje entrever, que vivir viviendo es la única forma de querernos bien.
Con todo mi afecto,
María Bueno 🌻
