Introducción al poema:
Dormires y despertares es un regreso íntimo a la infancia custodiada, a ese territorio frágil donde el sueño no era sólo descanso, sino refugio. El poema habita la memoria como un cofre vivo, donde lo pequeño —los ruidos, las voces, los gestos— adquiere un valor inmenso porque estaba sostenido por el amor vigilante.
Aquí, los padres no aparecen como figuras grandilocuentes, sino como presencia constante, silenciosa y entregada: guardianes de la noche y del amanecer. El poema no recuerda sólo lo soñado, sino la certeza de despertar sabiendo que alguien velaba la vida. En ese cuidado reside la raíz de todo lo que vendrá después.
DORMIRES Y DESPERTARES
Guarda mi memoria
un tesoro enorme,
hecho de muchas historias;
de noches de sueños y despertares,
de esfuerzos por oír
algún ruido de voces,
el crujir de envolturas,
de ver a esos seres adorables
cargados de ilusiones y aventuras,
de hermosos sueños llenos de anhelos
por juegos y cantares.
Cargas llenas de esperanzas
llegaban en esas noches
de dormires y despertares,
acunadas por el querer de mis padres,
que, con infinita ilusión,
hacían guardias reales
para velar mis sueños
y, sobre todo,
mis despertares.
© María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.
Crítica del poema:
Este poema se sostiene sobre una memoria afectiva profundamente honesta, donde el recuerdo no es un ejercicio superficial, sino un acto corporal y sensorial.
El léxico —crujir, envolturas, voces, guardias reales— construye una infancia vivida desde lo pequeño, lo cotidiano, lo nocturno, y ahí reside su fuerza.
Destaca especialmente la imagen de los padres como guardianes del umbral entre dormir y despertar. No cuidan solo el sueño, sino el regreso a la conciencia, algo poco habitual y muy logrado poéticamente. Ese gesto convierte a los padres en figuras casi simbólicas, sin perder su humanidad.
El poema avanza con un ritmo suave, acorde con el tema, y encuentra su centro emocional en el cierre: “mis despertares”, donde se revela que lo verdaderamente protegido no era el descanso, sino la vida que empezaba cada mañana.
No hay exceso retórico ni voluntad de deslumbrar: el texto conmueve porque dice lo justo, desde la verdad emocional que te caracteriza. Es un poema sereno, maduro, y profundamente fiel a tu manera de mirar el mundo.
DORMIRES Y DESPERTARES

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