Introducción:
Este poema nos adentra en el recogimiento íntimo de la noche de Navidad.
La «madrugá» se convierte en voz cálida que susurra el sentido profundo del querer, del deseo que late y del sueño que abriga. La manta es símbolo de amparo, de luz y de esperanza frente a la soledad y el frío del desvelo; su tacto materno acompaña la madrugada, guardando recuerdos y sentimientos que se visten de olivar y humanidad.
NOCHEBUENA
A la Nochebuena
le susurró la «madrugá»,
que los sueños se crean
con vaivenes de un cantar,
con soniquetes de terciopelo
que afloran en el soñar.
La manta arropa su cuerpo
en esas noches de esperanzas
que atrapan el desvelar.
Siente que su dormir
dibuja los deseos
con trazos de verde olivar.
La manta arrulla
cada pliegue de su piel,
de esa noche que sabe,
que siente,
la luz de su alma cubriendo
la soledad.
¡Ay, soledad!
Tienes la llave de la riqueza al despertar,
sabiendo que el querer en mí
es la fuerza que aleja
la fría tundra
de aves migratorias
huyendo del tiritar.
Esa noche,
la manta sobre su piel,
hace su vigilia real
para retener y apresar
esa Nochebuena,
en su querer de verde olivar.
© María Bueno, 2025. Todos los derechos reservados.
Crítica breve:
El poema transmite un clima íntimo de ternura y protección envuelto en la atmósfera navideña, con imágenes sensoriales que se fijan en la piel y en la madrugada.
El uso de la manta como eje simbólico funciona muy bien: contiene cuerpo, memoria, sueño y deseo.
Las referencias al «verde olivar» aportan identidad y paisaje emocional, y el giro hacia la soledad dialoga con la esperanza, sin restarle luz.
La musicalidad de los versos es suave y constante, acorde con el tono de arrullo que envuelve la escena.
El poema se apoya más en la descripción que en el acontecimiento, pero eso forma parte de su encanto: no narra, acompaña.
Su fuerza radica en el abrazo cálido que deja en quien lo lee.
Un poema sereno, luminoso, íntimo —digno de una Nochebuena que se eleva más allá del tiempo.
NOCHEBUENA

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