EL ZURRÓN

Introducción al poema: EL ZURRÓN

En cada camino recorrido, hay algo que nos acompaña más allá del tiempo y del espacio: la memoria de lo sentido.
El zurrón simboliza ese lugar íntimo donde se guardan los afectos, las vivencias y los instantes que, aun gastados por el uso, siguen dando calor.
En él caben los amores, las risas, los anhelos y las esperanzas que el alma no quiere soltar.

Este poema nace de la necesidad de reconocer ese equipaje emocional que todos llevamos pegado a la espalda, no como carga, sino como abrigo. Es una celebración del tesoro invisible que se va llenando con los años, de aquello que, por más sencillo que parezca, sostiene nuestra existencia.


EL ZURRÓN

Guardo en mi zurrón
amores en flor,
que esperan crecidas
sin desamor,
anhelando abrazos
que roben el alma,
mirando de frente
sin sombras amargas.

Guardo en mi zurrón
atardeceres dorados
que mecen la calma,
calando sentires
que me acompañan.

Guardo en mi zurrón
pequeños cobijos,
que acunan mis risas,
mis anhelos,
mis esperanzas.

Mi zurrón,
ése pegado a mi espalda,
para guardar los quereres
de días claros,
sin sombras chinescas
que crean marañas.

Ese zurrón desgastado,
que me protege
de días oscuros
en noches cerradas,
para susurrar melodías
con las que danza mi alma.

© María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.


Crítica literaria:

El zurrón es un poema profundamente simbólico, donde el objeto que da título al texto se convierte en una extensión del yo poético: un receptáculo de vida, memoria y afectos. El tono es íntimo y reposado, con una cadencia que evoca el andar lento de quien, mochila al hombro, ha aprendido a guardar lo esencial.

El poema está estructurado en bloques que repiten el verso anafórico “Guardo en mi zurrón”, recurso que aporta ritmo y cohesión, al tiempo que refuerza la idea de acumulación emocional. Cada estrofa revela un aspecto distinto de la existencia: el amor, la calma, la esperanza y la protección.

El lenguaje es sencillo, transparente y de raíz afectiva. Se percibe una ternura madura, donde el paso del tiempo no ha borrado la capacidad de sentir, sino que la ha templado. La imagen del “zurrón desgastado” simboliza tanto la experiencia como la fidelidad a los recuerdos, y su función protectora se sublima al final con la musicalidad de “susurrar melodías / con las que danza mi alma”, un cierre sereno y esperanzador.

En conjunto, El zurrón es un poema que honra lo vivido y lo guardado, y que celebra la memoria emocional como refugio. Su tono cálido y su estructura repetitiva le otorgan una musicalidad discreta pero constante, propia de los versos que nacen del cariño y la reflexión.