Hoy, 10 de diciembre, se conmemora la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948.
¿Dónde hallarte, HUMANIDAD?
Introducción al poema:
Este poema es un grito de dolor universal, un testimonio poético sobre la crudeza de la guerra, el hambre y la pérdida irreparable de seres inocentes. La voz poética es la de una madre —o un padre— que atraviesa la muerte lenta de su hijo mientras los poderes, parecen ciegos ante el horror.
Es una súplica contra la inhumanidad, un llamado desesperado a detener la violencia que siega vidas inocentes en nombre de territorios que solo claman paz.
HAMBRE, MUERTE, INHUMANIDAD
Mis fuerzas han abandonado mi cuerpo,
casi no puedo caminar
por senderos que torturan
tanto como las bombas
que caen sin cesar.
Unos pocos metros me parecen la eternidad,
pero tengo que seguir,
aunque tenga que comer tierra
para cargar sobre mis brazos a mi hijo,
que ya no puede casi respirar.
Ya nada puede devolver las vidas,
Ya nada es posible,
la miseria nos está matando sin piedad.
Pasamos los días escarbando,
tratando de encontrar un trozo
de cualquier cosa que podamos masticar,
con la esperanza de llegar al final
de esta tortura inhumana
que nos aniquila cada segundo,
que nos hace querer morir para terminar.
Llevo a mi pequeño en mis brazos,
su carita guarda sus hermosos ojos
que no dejan de mirarme,
que no dejan de suplicar
sin emitir palabra alguna
porque ya no puede hablar.
¿No hay nadie que pueda terminar
con estas muertes
sin provocar ni una más?
No hay enemigos,
sólo hay inhumanidad,
que siembra con cuerpos inocentes
cada metro de una tierra
cuya única riqueza
son los hijos muertos en el caminar.
Miles de seres humanos
yacen entre escombros
de territorios que sólo gritan: ¡PAZ!
¡Ya no puedo más!
Abrazo con devoción a mi hijo,
ya no me mira,
ya no respira,
ya no puedo llegar.
Debo parar y cerrar mis ojos,
para que mi último aliento de vida
sea para fundirme con él
y morir en paz.
©María Bueno, 2023. Todos los derechos reservados.
