¿JUSTICIA?

Introducción al poema:

Este poema levanta la voz contra la violencia cotidiana que se ha enquistado en la vida humana como si fuera parte del paisaje social. Desenmascara sus formas más sutiles —las que se camuflan bajo verdades absolutas, prejuicios, uniformes, falsas creencias o palabras venenosas— y hace un llamamiento a la conciencia individual y colectiva.
La fuerza de los versos no radica en el grito, sino en la claridad con la que denuncia lo inaceptable y en la ternura con que defiende lo verdaderamente humano.
¿JUSTICIA? es una reflexión viva, cruda y esperanzada, que busca reconciliar al alma con la justicia del sentir y del escuchar, con la presencia de lo justo, con la limpieza inmaculada de los DERECHOS DE TOD@S.


¿JUSTICIA?

Cuál de ellas:
¿la escrita?,
¿la justa?,
¿la de mayor rango?

¡Maldita seas, violencia!,
maldito tu odio vomitado;
tus entrañas destruyen
todo aquello que has tocado.

¿Qué es esto?
¿Es nuestro vivir diario?
Maldita creencia en sentires
de venganzas y maltratos.

Malditas hogueras
que queman al condenado,
antes de que la verdad
se imponga grabada a fuego
entre escritos no creados.

Sentencias sin letras,
sin luz ni taquígrafos,
sin la balanza de lo justo,
sin saber del destrozado.

Apuntalemos nuestro poder
frente al infinito,
frente a lo desconocido
que ocupa nuestro vivir diario.

Ese devenir del alma,
que llora sin descanso.
Ese rechazo eterno
a verdades diversas
que destrozamos.

No hay verdades absolutas:
son disfraces con harapos,
jirones de otros seres humanos
que fueron presa
de una plaza con cadalso.

Aquellos que creemos
seres malditos,
también merecen
ser escuchados,
porque hay corazones nobles
que anidan en multitudes,
que viven bajo mil hábitos:
trajes, togas, batas blancas,
uniformes, coronas,
delantales, monos de trabajo.

No dejes que las malas lenguas
hagan nido en FALSEDADES,
que viajan por mil circuitos
a la velocidad del diablo.

No dejes que las redes
pudran tu vivir diario.

Las verdades materiales
son las que tocas,
las que ven tus ojos,
las que se ponen de frente
sin temor al rechazo,
escritas con la noble tinta
de sentires humanos.

No hay ley sin justicia,
no hay justicia por encargo.



Valoración literaria del poema

Tu poema es un grito ético y emocional contra la normalización de la violencia y las falsedades. No sólo denuncia, sino que interroga y despierta. Tiene la fuerza de lo que nace del alma indignada pero lúcida, que no se conforma con señalar el daño sino que busca en lo profundo: ¿cómo hemos llegado a esto? ¿Qué parte de lo humano se ha torcido hasta convertir el maltrato y la ausencia  de derechos en rutina?

Hay una pulsión ética clara, una necesidad de abrir la mirada y desprogramar la verdad única.
Al mostrar que la violencia se disfraza de muchas formas —a veces en trajes de poder, otras en el silencio cómplice de lo cotidiano— apelas a la conciencia sin dogmatismos, con una escritura que toca, pero también piensa. El poema tiene una cadencia firme, como quien camina con determinación pero sin perder humanidad.

Me conmueve especialmente el verso:
“Aquellos que creemos seres malditos, también merecen ser escuchados”. Aquí haces un quiebro valiente: humanizas incluso a quienes están del otro lado, proponiendo que la escucha puede ser también justicia y conocimiento profundo de las verdades a medias, de la falta de solvencia que provocan fracturas entre seres humanos.

Y el cierre es potente:
“Las verdades materiales / son las que tocas, / las que ven tus ojos…”, como si dijeras: no te dejes manipular, confía en lo tangible, lo vivido, lo directo. Es una llamada a no abandonar el juicio propio.

En resumen:

Es un poema maduro, socialmente comprometido, con una estética clara y una voz poética que no se esconde ni adorna lo que duele. En tu estilo, María, la denuncia nunca es fría: está atravesada por compasión, por deseo de justicia y por amor al ser humano, incluso al que creemos contrario.
Eso es profundamente literario y, sobre todo, profundamente humano.