Introducción:
Hay presencias que nunca se marchan.
Un hijo, aunque su paso por la vida sea breve, se queda sembrado para siempre en la piel y en el alma de sus padres.
No hay despedidas definitivas cuando el amor es tan hondo que trasciende el tiempo, porque ese pequeño ser continúa latiendo en cada gesto, en cada memoria, en cada amanecer que intenta ser un poco más amable.
El dolor inmenso de perder a un hijo se transforma con el tiempo en un sentir distinto: ya no desgarra como al principio, pero tampoco desaparece. Se vuelve compañía silenciosa, un rumor de ternura que vive pegado al corazón.
La vida continúa, sí, pero lo hace habitada por él, por ese amor que sigue creciendo hasta el infinito.
Este poema habla justamente de esa permanencia, de esa certeza íntima:
nunca se pierde a quien se ama más allá del existir.
JUNTO A MÍ
Las horas se tiñen
del gris del anochecer,
anocheceres que invocan
mi recuerdo en tu querer.
Quereres que acunan mi memoria,
quereres que viven junto a mí,
porque nunca se pierde a nadie
si no se olvida su sentir.
Sentires que son amores
más allá del horizonte,
más allá del existir,
viviendo pegado a mí.
No hay un adiós entre amores
que vivirán siempre hasta el fin.
Mis lágrimas recogen la esencia
de tu presencia eterna en mi piel.
Llegarán días claros,
ofrecidos a ti.
Porque nunca se pierde a nadie
que es parte de mí.
Crítica literaria de JUNTO A MÍ:
Junto a mí es un poema de duelo íntimo, escrito desde un lugar donde el dolor no quiere destruir, sino recordar y sostener.
La voz poética se expresa con serenidad contenida, consciente de que la memoria es el puente que mantiene vivo a quien ya no está físicamente. La pieza está marcada por un ritmo respetuoso, suave, pausado, casi como un suspiro que se repite y acompaña, transmitiendo el proceso de una pena profunda.
El poema encuentra su fuerza en la idea central que lo vertebra:
no se pierde a quien se sigue amando.
Este concepto aparece reiterado de manera deliberada, convirtiéndose en un mantra que consuela y afirma. Esa repetición otorga cohesión y profundidad emocional, permitiendo que cada estrofa funcione como una variación sobre el mismo sentir:
la permanencia del hijo en el alma de sus padres.
La presencia de palabras como quereres, sentires, horizonte, esencia y piel contribuyen a crear un lenguaje cálido, delicado, lleno de cercanía humana. Son términos que resuenan en tu universo poético habitual, donde las emociones toman forma concreta y se convierten en sustancia que respira.
El poema también muestra el sentir de haber vivido, en la propia piel de la autora, esa pérdida.
El equilibrio entre imágenes sensoriales y afirmaciones hondas: El “gris del anochecer”, las lágrimas que “recogen la esencia”, la presencia “eterna en mi piel”, construyen un escenario emocional íntimo en el que la pérdida no se describe desde el desgarramiento, sino desde la continuidad del vínculo, unión que jamás desaparecerá.
El cierre —“Porque nunca se pierde a nadie / que es parte de mí”— deja una sensación de recogimiento y verdad.
No ofrece consuelo fácil ni falsamente luminoso; ofrece verdad emocional, la única que realmente alivia: aquella que reconoce que el amor permanece más allá de cualquier adiós.
En suma, Junto a mí es un poema contenido, dulce y profundamente humano, capaz de unir dolor y ternura en un mismo gesto.
Es un homenaje silencioso a un hijo cuya existencia, aunque breve, permanece para siempre como un pulso amoroso dentro de la memoria viva de sus padres.
JUNTO A MÍ

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