Introducción:
Este poema se adentra en la observación silenciosa del mal que habita en lo cotidiano, ese que se oculta tras apariencias pulidas, detrás de los muros y los cristales de una falsa transparencia.
Tras la vidriera se convierte en metáfora del límite entre lo que se muestra y lo que se calla, entre la luz y la sombra humana.
La autora nos sitúa frente a una escena cargada de densidad moral y emocional, donde la mirada es testigo y cómplice, pero también refugio ante la malicia que se gesta tras el cristal.
TRAS LA VIDRIERA
Tras la vidriera,
un mundo inmenso
carga las vidas ajenas:
de devenires,
de luces oscuras,
de falsas palabras
construyendo maldades
que comerá la hiena.
Amalgamas de gentes
sin notar la presencia
de unos ojos que escudriñan
tras los visillos,
tejidos con largos hilos
de podredumbre y miserias.
Cuando la mirada se torna malicia,
cuando la respiración se envenena,
cuando cae la noche negra,
llega la hora de retornar
junto a la vidriera,
para contemplar el rostro
del monstruo que acecha,
tras los muros lamidos
por la mala sangre
de quien habita en ella.
La respiración se hace densa,
hasta nublar el cristal
que lo atraviesa.
Las voces se acercan
con pisadas lentas,
anunciando pesares
entre tinieblas.
Ojos de mala gente,
alimentando entrañas
que escupen falsedades
sobre el infierno
que espera paciente
a las malas lenguas.
La luz del día
espanta a la hiena,
rompiendo el hechizo
de amargas vidrieras.
© María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.
Crítica literaria:
Tras la vidriera es un poema de profunda carga simbólica y moral. En él se percibe una atmósfera de vigilancia, de desconfianza hacia lo humano, donde las apariencias
—representadas por la vidriera— no logran contener la corrupción. El poema oscila entre lo contemplativo y lo acusatorio, entre la denuncia y la introspección.
El uso de imágenes como la hiena, los muros lamidos o los visillos tejidos de podredumbre aporta una fuerza expresiva intensa, casi pictórica, que deja ver el trasfondo oscuro del alma social. La autora utiliza una cadencia sobria, con versos que respiran a través del silencio y la tensión, logrando una poética visual de contrastes: luz y sombra, verdad y máscara, interior y exterior.
TRAS LA VIDRIERA

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