MARAÑAS

 

Introducción al poema:

MARAÑAS retrata con lucidez y ternura la lucha diaria de quienes sostienen la tierra con sus manos.
El poema parte de la imagen rural
—el trabajo físico, el esfuerzo, el sudor y la maleza— para extenderse hacia una denuncia social más amplia.
En sus versos, las “marañas” dejan de ser simples hierbas del campo para convertirse en símbolo de las redes de poder y egoísmo que oprimen a los más humildes.
A través de un lenguaje sincero y visual, la autora nos invita a reflexionar sobre la dignidad del trabajo, la injusticia que lo rodea y la esperanza que, pese a todo, sigue brotando del corazón humano.


MARAÑAS

Con la soga en la cintura
tiran todos de la maraña,
con gestos contraídos
por el crujir de espaldas.

Viven el trajín
de una tierra invadida
por hilachos de brozas
y malezas olvidadas.

El sudor se adueña de sus ojos,
sin poder casi ver horizontes
de verdes esperanzas.

Sueñan con llegar
al final de la jornada,
un día más, quitando la maraña,
un día más para acabar la temporada,
que dio frutos conquistados
por voluntades hechas
a golpe de azada.

¡Maraña!
¡Inunda lo infértil de malas entrañas!,
esas que sostienen
el porvenir de miles de almas,
esas que, tras la puerta cerrada,
mercadean al alza
intereses propios,
alejados del campo,
de sus gentes
y tierras duramente trabajadas.

Esas que cada amanecer
luchan por cultivar tierras bravas.

No peligra el campo por la maleza,
ni por tierras desgastadas;
peligra porque los hilos gruesos
de madejas enmarañadas
hacen del vivir del jornalero
un calvario de cada madrugada.

Campos verdes,
verdes de esperanzas,
limpios de marañas.


© María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.


Crítica literaria:

MARAÑAS, está cargado de madurez poética y compromiso ético.
La introducción de la estrofa “esas que, tras la puerta cerrada, mercadean al alza intereses propios” abre una lectura del poema muy real: la de un mundo desigual donde las decisiones de unos pocos determinan la vida de muchos.
Esa imagen contrasta con la primera parte, centrada en la faena del campo, creando un equilibrio entre lo tangible y lo simbólico.

El ritmo fluye de forma natural, sostenido por repeticiones suaves que dan sensación de cansancio y esfuerzo, en perfecta sintonía con el tema.
Las imágenes —“el crujir de espaldas”, “hilos gruesos de madejas enmarañadas”— son expresivas y honestas, sin artificios.

El cierre —“Campos verdes, verdes de esperanzas, limpios de marañas”— aporta una nota luminosa y reivindicativa: la utopía posible de un mundo sin trabas injustas, donde la vida pueda crecer libre.

En conjunto, el poema conjuga realismo, denuncia y esperanza, tres pilares esenciales de tu voz poética: humanista, solidaria y llena de verdad. 
Es un texto poderoso y plenamente coherente con el espíritu de tu  Antología Poética, que espero ver pronto.