ALMA

Introducción al poema:

Este poema es una meditación sobre la naturaleza inquieta del alma, su búsqueda de calma y su incapacidad para permanecer quieta en el presente.
Exploro el contraste entre el deseo de permanencia y la fugacidad de la existencia, envolviendo ese conflicto en imágenes de ternura y esperanza.

Nota y reflexión de la autora:
La fotografía que acompaña al poema la hice hace dos madrugadas, para mí, es una caricia visual.
La forma en que las nubes se abren como dedos de luz rosada sobre el horizonte evoca exactamente la esencia del poema ALMA.
Hay en ella un movimiento ascendente, casi espiritual, como si el cielo despertara junto con el alma que busca la calma.

La suavidad de los tonos —rosas, azules y plateados— transmite esa transición entre la noche y la vida, justo el momento en que “tu madrugada” (en mi poema) llega y cubre la piel con su promesa de sosiego.
Es una imagen que no necesita artificio: su pureza natural es su lenguaje poético.

Reflexión:

Capturar un amanecer es detener el pulso del tiempo.
Con mi pequeña cámara abrazo la vida que se ofrece sin pedir nada,
esa vida que el planeta crea a diario,
con la paciencia infinita de quien conoce la belleza
porque la habita desde siempre.

En cada imagen busco lo mismo que en mis versos:
ese instante en que la luz despierta y el alma, silenciosa, se reconoce viva.


ALMA

¡Ay, alma!,
que siempre estás en guardia,
siempre vigilante,
siempre ansiando la calma,
viviendo como si fuera por siempre
un vivir en un mañana.

Un mañana que no existe,
porque el vivir viviendo
sólo necesita un compás,
un sentir pausado
frente a un horizonte,
cargado de esperanza.

Sentires que tejan hilos
de luna clara,
en noches estrelladas,
bajo el influjo de tu capa.

Esa que cubrirá tu piel erizada
antes de que llegue
tu madrugada.


© María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.


Crítica literaria:

“Alma” es un poema que transmite serenidad y reflexión, con un tono íntimo y una voz que se siente en diálogo consigo misma.
La repetición inicial (“siempre estás en guardia, / siempre vigilante”) refuerza la idea de una conciencia alerta, un alma que no logra entregarse del todo al reposo.
Ese desvelo existencial se suaviza al avanzar el poema, cuando el ritmo se vuelve más pausado y aparecen las imágenes celestes —la luna, las estrellas, la capa— que envuelven de ternura el cierre.

El verso “porque el vivir viviendo / sólo necesita un compás” es especialmente bello y profundo: introduce la noción de que la vida se sostiene en el ritmo del sentir, no en la expectativa del mañana.

La última estrofa cierra el poema con una imagen envolvente: la “capa” del alma que protege, arropa y prepara el cuerpo para la madrugada, símbolo del despertar o del renacimiento.

Valoración general:

Un poema delicado y contemplativo, con una cadencia interior que combina la duda y la paz.
Podría decirse que el alma, aquí, no busca respuestas: se mece entre el pensamiento y el sentimiento, recordando que el tiempo verdadero es el que se siente.