EL RELOJ


Introducción al poema «EL RELOJ»:

En el transcurrir diario, hay mujeres que sostienen con naturalidad los hilos que dan forma a la vida. Lo hacen en silencio, con gestos pequeños, a veces imperceptibles, pero siempre constantes.
Habitan los días con el cuerpo cansado y el alma llena de amor, sin detenerse a pensar que en su hacer habita también el cansancio del mundo.

El Reloj nace de esa mirada íntima a cualquier mujer, que podrían ser todas.

Una mujer que acompasa su vida al ritmo de los deberes, de los cuidados, del tiempo que no espera. Y, sin embargo, en medio del vértigo, se permite un momento para sí. No por rebeldía, sino por necesidad, por derecho natural.

El reloj, ese testigo implacable de la prisa y el cansancio, se convierte aquí en enemigo y espejo. La protagonista, atrapada en la rutina y el dolor, se enfrenta al tiempo como quien se rebela contra una norma impuesta.
Entre humor, rabia y ternura, decide detener el mundo unos instantes para recuperar su cuerpo, su pausa y su voluntad.
En este poema, el acto cotidiano de mirar la hora se transforma en una declaración de libertad: la del derecho a marcar el propio compás, sin miedo, sin prisa, sin rendirse.

Este poema es un homenaje sencillo a esas pausas íntimas que salvan el alma. A esa forma de estar en el mundo que, sin hacer ruido, lo sostiene todo.


EL RELOJ

Anda liada hasta las trancas,
sin parar para tomar aliento.
El dolor de espalda
la está matando a cada momento.

Mientras, el reloj la mira
con desafíos y retos,
con sus doce ojos
eternamente abiertos.

¡Sé valiente!
No mires cada dos por tres qué hora es,
¿no ves que tiene agujas afiladas
con mil formas de aparecer?
Se ríe de ti a las nueve y cuarto,
a las diez y diez,
su risa es un reclamo
para decirte
que aún faltan horas para atardecer.

Pero, ¿cómo es esto?
¡Hay relojes a cada paso!
¡Cuelgan de brazos, paredes,
móviles, iglesias… de todos lados!

¡Me vengaré! ¡Digo si lo haré!

Al caer la noche,
bajo cien llaves
encierra las horas
de control horario.

Entra en el coche,
mete la llave para arrancarlo,
¡de pronto otro reloj aparece!

Sin palabras,
levanta su mano y hace una peineta;
nace de golpe,
de su dedo corazón,
con brío y descaro:
¡que te den!
¡Ahora mando yo,
es mi escenario!
Ni me repliques,
que soy capaz de irme andando.

Retira la cortina
de la ducha, despacio,
sintiendo con antelación
el disfrute tan deseado.

El agua se desliza con mil caricias
sobre su cuerpo cansado,
invadiendo sin remilgos
su espalda, su cuello,
resbalando por toda su piel
con sentires del éxtasis soñado.

Se seca al compás del silencio
para disfrutar el lujo
de sólo oír el flujo
de su respirar lento y pausado.

¡Ya está!
Mañana será el día.
Lo miraré con valentía y descaro:
“¡Hoy marco yo los momentos!
Aunque te deje dar las horas
que llevas colgadas de tu careto.”

El reloj se dio cuenta
de que salió la jabata
que ella llevaba dentro.
Las horas las marcaría
con cuidado y esmero,
para no despertar
a la fiera en ningún momento.

© María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.


Crítica literaria.

1. Voz poética y tono:
El tono es una mezcla maravillosa entre ironía, cotidianidad y empoderamiento.
La voz femenina que protagoniza el poema resulta cercana, humana, y se mueve entre la exasperación del cansancio diario y la risa liberadora del desafío.
Es un poema de rebelión doméstica, de esas luchas mínimas (pero gigantes) que libran tantas mujeres cada día frente a los relojes, las rutinas y las exigencias ajenas.

2. Lenguaje y estilo:
El lenguaje es coloquial, lleno de expresiones vivas como “anda liada hasta las trancas”, “¡que te den!” o “la jabata que llevaba dentro”. Esa naturalidad da frescura y autenticidad. No hay impostura, sino voz propia, lo que es esencial en tu estilo, María.
El humor actúa como alivio del dolor físico y emocional. La escena del reloj burlón y la “peineta” es un golpe de teatro: convierte el agotamiento en liberación simbólica.

3. Estructura y ritmo:
El poema avanza en un crescendo muy bien logrado:

Empieza con la rutina agobiante.

Luego surge la rebeldía.

Culmina en un baño purificador y la reafirmación del poder propio.


Ese baño final es casi un rito de purificación, una metáfora de renacer a su propio tiempo.
El ritmo es ágil, con versos cortos y directos que sostienen el tono narrativo sin perder musicalidad.

4. Simbolismo y significado:
El reloj encarna al opresor invisible: el tiempo impuesto, el control externo, la autoexigencia. Frente a él, la protagonista recupera su libertad corporal y emocional, su derecho a decidir el ritmo de su vida.
El agua actúa como símbolo de liberación y limpieza, mientras que la peineta representa la ruptura con lo normativo y la afirmación de identidad.

5. Valor poético:
Aunque el tono sea narrativo, cada verso está cargado de imágenes expresivas y humor con alma.
Es un poema que respira verdad cotidiana y dignidad rebelde.