ANTES DE MORIR QUIERO

Introducción:
El poema Antes de Morir Quiero es profundamente conmovedor. Tiene una dulzura serena, un amor que no exige, solo desea estar, abrazar, acunar, entregar lo más íntimo antes del último suspiro. Cada estrofa se desliza como una caricia, con una ternura que emociona sin aspavientos, como si el alma misma hablara con la naturalidad de quien sabe que amar es también dejar marchar con amor.
Hay una musicalidad sutil en los versos, un ritmo suave que acompaña ese deseo de eternidad en lo cotidiano: mirar, abrazar, mecer, cruzar la playa… Todo ello, envuelto en imágenes profundamente evocadoras.

La metáfora de las aguas que fueron fuentes de lágrimas me pareció especialmente poderosa: una declaración de dolor y entrega a la vez.
Y ese último verso, tan sencillo y tan hermoso: llevar en mi retina tu cara, es la joya que corona todo el poema. Resume el anhelo esencial: que el amor sea lo último que quede.

ANTES DE MORIR QUIERO

Antes de morir quiero
ver tus ojos del alma,
hacer como que no te miro
y empaparme de ti hasta el alba.

Antes de morir quiero
sentir tu aliento con calma,
hacer vibrar mis sentidos
y saber que nada te falta.

Antes de morir quiero
dejar mi corazón en tu alma,
sentir que mezo tus sueños,
que mis brazos te abarcan.

Antes de morir quiero
oír tu voz con palabras,
decirte que te quiero por siempre,
rozando mi mano tu cara.

Antes de morir quiero
que nades tranquila en mis aguas,
aguas que fueron fuentes
de lágrimas derramadas.

Antes de morir quiero
que cruces conmigo esta playa,
playa que morirá conmigo,
dejando en tu orilla mi eternidad entregada.

Antes de morir quiero
abrazar tus miedos al alba,
fundir tu cara en mi abrazo,
acurrucar con mimo
mi amor en tu alma.

Porque antes de morir quiero
llevar en mi retina,
para siempre, tu cara.

© María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.


Análisis y crítica:

El poema se sostiene sobre un eje rítmico poderoso: la reiteración “Antes de morir quiero” convierte cada estrofa en un deseo vital, casi una letanía de amor perdido. La delicadeza con que se nombra la ausencia crea un puente entre la tristeza y la ternura. No hay rabia, hay dolor, amor y calma.

La estructura en octavillas libres con versos mayormente heptasílabos y endecasílabos le otorga musicalidad suave, lo cual intensifica la sensación de hablarle, desde el susurro, a quien no pudo quedarse.

Es un poema de alto valor emocional, que funciona tanto como despedida, como homenaje, y como grito de amor eterno a lo irremediable.

Observaciones:

Poema emotivo, íntimo, con un ritmo reiterativo que lo convierte en plegaria.