Introducción al poema
TEJADO DE LATÓN:
En Tejado de Latón, la autora nos transporta a la infancia vulnerable, a una noche inhóspita que cae con la furia de la lluvia y el peso del miedo. El poema evoca la crudeza de la pobreza —un techo frágil, un frío que se cuela sin permiso, sombras que juegan con la imaginación de unos niños asustados— y la fuerza amorosa de una madre que, con su voz, transforma el temor en cobijo. A través de versos cargados de imágenes sensoriales y emoción íntima, María Bueno nos muestra la dignidad que habita incluso en los entornos más humildes, y el poder invencible de una madre que, con ternura y fantasía, levanta fortalezas invisibles para proteger a los suyos. Un homenaje lleno de ternura a esa figura materna que, en medio de la adversidad, se vuelve faro y refugio.
TEJADO DE LATÓN
La lluvia cae a plomo,
el fin del mundo,
sin luna ni estrellas.
Por momentos,
toda la barraca suena.
El frío traspasa la manta
con descaro y soberbia;
se sabe poderoso,
por encima de la débil presencia
de unos niños
que duermen y tiritan
al son de una noche negra.
La luz del candil alumbra
las sombras siniestras
que se acercan a la cama,
sin pies ni cabezas.
—¡Hay un monstruo en mi cabecera!
—No, es solo la ropa
que colgué en ella,
convertida en sombras
cuando la noche llega.
La voz de mi madre
aleja mis miedos
allende fronteras:
«Cierra los ojos,
piensa en moradas
de paredes fuertes,
con luces brillantes
y mantas gruesas,
que calienten los huesos
que el frío atraviesa».
Sentires de niños,
con almas llenas
de tiernas palabras,
de voces eternas,
que vivirán muy dentro,
pegadas a ella.
Mi madre,
un ser invencible,
un titán cargadito de estrellas.
©María Bueno, 2023. Todos los derechos reservados.
Crítica literaria de TEJADO DE LATÓN:
El poema Tejado de Latón es un viaje sensorial y emocional a un tiempo de vulnerabilidad y ternura, donde la crudeza de la realidad se entrelaza con la fortaleza del amor materno. La primera parte del poema destaca por su atmósfera: la lluvia “a plomo”, el frío que “traspasa la manta”, el candil que proyecta “sombras siniestras”. Todo esto crea un escenario visual y sonoro muy potente, donde el miedo infantil cobra vida. La elección del título es acertada: el latón sugiere un material frío, humilde, que no aísla, sino que amplifica el sonido de la lluvia, reforzando la sensación de precariedad.
Narrativamente, el poema progresa con equilibrio: inicia con el miedo, transita hacia la revelación inocente (el “monstruo” no es más que ropa colgada) y concluye en un homenaje a la madre. Este arco le otorga unidad y sentido, convirtiendo una escena de miedo en una declaración de amor y gratitud. La voz materna que apacigua, no solo calma el temor inmediato, sino que siembra en el niño la capacidad de imaginar refugios seguros, un acto de amor que trasciende el momento.
Desde el punto de vista estilístico, se combinan versos de ritmo pausado con otros de carga emocional intensa, generando una musicalidad libre, pero coherente. La imagen final —la madre como “un titán cargadito de estrellas”— es poderosa, simbólica y emotiva: transforma a la madre en figura cósmica, invencible, portadora de luz en medio de la oscuridad.
En suma, Tejado de Latón es un poema íntimo, honesto y lleno de imágenes vívidas, capaz de conectar con la memoria de la infancia, la fragilidad ante el miedo y el valor inmenso del amor materno. Su fuerza reside en cómo convierte una escena doméstica, humilde y fría en una oda cálida a la protección y el afecto.
