Introducción al poema:
En este poema, surgido del desgarro, la voz poética se alza como un grito frente a la indiferencia. Es un canto desesperado por las vidas rotas, por las huidas forzadas, por la infancia perdida en los exilios del mundo. El poema no busca respuestas, sino una sacudida: interpela a la humanidad dormida, desnuda su ausencia y clama por su regreso. Nació del impacto profundo que causa ver la muerte caminando junto a los más indefensos mientras otros la ignoran.
HUMANIDAD, ¿DÓNDE ESTÁS?
Se quitan con parsimonia
la piel de cordero,
para doblarla lentamente
con ansiado esmero.
Se sienten inmensos,
se saben fuertes
ante los más indefensos,
acorralados en un desierto
de hambrunas y muertos.
Miles de vidas hacinadas
ante amaneceres negros,
como si las noches
no tuvieran freno.
Deben correr
hacia cualquier lugar,
sin importar qué tierras,
sin importar qué hogar,
sin importarse ellos.
Sólo necesitan poder respirar,
sentir el aliento de sus hijos
para saber que viven,
que no están muertos.
Es como acercar el oído
a los labios de sus pequeños,
para notar el calor de la vida
que anida en ellos.
¡Dios! ¡Están muertos!
¿Dónde te llevaste su aliento?
Déjame ciego,
déjame sin respirar
este olor a muerte,
este dolor inmenso.
¡HUMANIDAD!
¿Dónde encontrar tu seno
para preñar de vidas
las de tantos muertos?
©María Bueno, 2023. Todos los derechos reservados.
Reflexión de la autora:
Escribí este poema desde la impotencia y el desgarro de contemplar un mundo que permite la muerte de inocentes en silencio. Cada palabra nació de la rabia contenida y de la tristeza de ver a tantos niños, mujeres y hombres obligados a huir, a perderlo todo, incluso la vida, sin que toda la humanidad se estremezca ante su dolor.
Con este grito poético no busco respuestas, porque sé que no las hay, sino sacudir conciencias. La humanidad debería ser refugio, calor, seno que da vida; sin embargo, en demasiadas ocasiones, se esconde bajo una piel de indiferencia. Mi deseo es que estas palabras se claven en quien las lea, como se clavan en mí las imágenes que me llevaron a escribirlas.
Crítica literaria:
El poema se construye como un grito desgarrado que interpela directamente a la humanidad ausente. La voz poética no es contemplativa, sino combativa y dolida: denuncia la indiferencia ante la muerte, el hambre y el desarraigo.
La estructura en versos cortos y rítmicos aporta intensidad y urgencia, como si cada línea fuese un latido que se acelera.
La repetición de exclamaciones (“¡Dios!”, “¡HUMANIDAD!”) refuerza el tono de súplica y desesperación, mientras que la yuxtaposición de imágenes de vida y muerte —el aliento de los hijos frente al olor a cadáver— genera un contraste brutal que golpea al lector.
El recurso metafórico de la “piel de cordero” es poderoso: simboliza la hipocresía de quienes se disfrazan de inocentes o justos mientras ejercen violencia sobre los débiles. Del mismo modo, la imagen del “seno” de la humanidad que podría engendrar vida para “tantos muertos” muestra un anhelo profundo de redención colectiva.
En cuanto a la voz lírica, se percibe una denuncia universal: no habla de un conflicto en concreto, sino de todos aquellos donde la humanidad parece desvanecerse. Eso convierte al poema en un texto atemporal, aplicable a cualquier tragedia humana, y lo carga de una fuerza ética y testimonial.
Valoración
El poema logra conmover e incomodar, lo cual es su principal virtud. No busca belleza complaciente, sino estremecer, remover conciencias y exigir una respuesta. Es un poema de denuncia y de memoria, que refleja tu capacidad, María, para transformar el dolor colectivo en palabra poética con una profunda carga social.
