En la imagen: Francesco del Giocondo, marido de Lisa Gherardini (Mona Lisa).
Introducción al poema:
Desde tiempos remotos, el arte ha servido para inmortalizar rostros, pero pocas veces ha conseguido detener el alma. La Mona Lisa, esa figura enigmática que ha cruzado siglos envuelta en misterio, ha sido mirada millones de veces, pero rara vez ha sido escuchada.
Este poema nace del deseo de asomarse al interior de esa mujer que, durante siglos, ha sostenido una sonrisa entre la duda y la resignación. No como musa lejana, sino como ser humano que existió, que vivió dentro de un cuerpo y bajo unas normas que no eligió. Lisa Gherardini, esposa de un comerciante florentino, posa sin saber que será parte de una eternidad diseñada por un genio que la convirtió en secreto, en símbolo y en espejo.
En estos versos no se busca desentrañar el enigma del cuadro, sino ofrecerle una voz a quien nunca tuvo palabra. Aquí, la Mona Lisa no es solo el resultado de una genialidad artística, sino una mujer consciente de su tiempo, que sospecha del suyo y presiente el nuestro.
Esta es una mirada desde el alma a otra alma.
Reflexión de la autora:
Cuando escribí este poema sentí que me adentraba en un viaje silencioso, como si hubiese cruzado el umbral del taller de Leonardo. Me encontré frente a Lisa Gherardini no como espectadora del cuadro más famoso del mundo, sino como mujer que percibe en ella la carga de un destino impuesto, la fragilidad de un gesto y la profundidad de unos ojos que han sobrevivido a los siglos.
No me interesaba tanto la belleza de la pintura como el secreto que encierra: esa sonrisa ambigua que no termina de desvelarse, como tantas veces nos ocurre en la vida cuando debemos mostrar un rostro distinto al que realmente sentimos.
Al darle voz en mis versos, quise rescatar a la mujer detrás del mito, a la esposa, a la hija de su tiempo, quizá prisionera de un matrimonio concertado, pero inmortalizada con una libertad que ni su esposo ni su época pudieron arrebatarle.
Para mí, la Gioconda es un espejo universal: cada mirada encuentra en ella su propio enigma, del mismo modo que cada ser humano guarda sonrisas que esconden sombras, dudas y verdades no dichas. Escribir este poema fue mi forma de escuchar su silencio y darle palabras a ese gesto eterno.
POEMA
¿LA SONRISA DE MONA LISA?
El óleo se hace dueño,
dentro de una tabla pequeña,
con bocetos previos al retrato.
El fondo desaparece
entre ocres, grises y verdes negros difuminados.
Ella se sienta erguida
para posar casi en secreto,
atusando las mangas del vestido
para cubrir la redondez de sus brazos,
que dejan a la vista unas manos
con dedos vacíos de promesas o regalos,
sabiéndose esposa de un comerciante
florentino adinerado.
No sabe si sonreír o mostrar enfado,
no es su mejor pose
ante el gran maestro Leonardo.
Dicen de él que es un loco imaginario,
un ser con secretos de submundos
seccionados e inventados.
La Gioconda se remueve inquieta,
intuye que su lienzo vivirá
renaceres cargados de sombras,
de grandes cambios,
temiendo épocas de oscuridades
ocultas tras gruesos mantos.
Sonreía con disimulo para el retrato,
no fuera que sus ojos se viesen casi cerrados
por la presión de la comisura de sus labios.
Mona Lisa quedó retratada,
sin la intención de Leonardo
de ser entregada como un cuadro;
la custodiaría de por vida,
sabiéndose parte de ese escenario
en el que pintó secretos aún no revelados.
En el museo,
las miradas atestan el espacio
atentas a cada centímetro del cuadro,
descubriendo la mágica imagen
de la sonrisa y unos ojos abrumados
por la carga de su enlace
con Francesco del Giocondo,
comerciante adinerado,
dueño de su vida
pero no de su retrato.
CRITICA Y ANÁLISIS SIMBÓLICO
1. La sonrisa como símbolo:
La sonrisa de la Gioconda ha sido interpretada durante siglos como misterio, seducción o ironía. En tu poema, adquiere un sentido ambiguo y social: no expresa alegría auténtica, sino la tensión entre lo que se muestra y lo que se oculta.
“No sabe si sonreír o mostrar enfado” → refleja la dualidad entre sumisión y resistencia.
La sonrisa es máscara y encierro: un gesto impuesto que oculta emociones reales.
2. La condición femenina:
La Gioconda no aparece como musa idealizada, sino como mujer condicionada por su época.
“dedos vacíos de promesas o regalos” alude a la falta de autonomía y a un matrimonio de conveniencia.
“dueño de su vida, pero no de su retrato” encierra una crítica poderosa: aunque su esposo controla su destino, Leonardo la inmortaliza libre, trascendiendo la posesión.
Aquí el poema denuncia la invisibilidad histórica de las mujeres, al tiempo que rescata su permanencia en la memoria a través del arte.
3. Leonardo como creador y guardián:
El pintor aparece como un ser complejo, casi mítico.
“loco imaginario… con secretos de submundos” → simboliza la genialidad que roza la locura.
Al no entregar el cuadro, convierte a la Gioconda en su secreto eterno.
Leonardo es aquí el mediador entre la vida efímera y la eternidad del arte.
4. El cuadro como metáfora de la historia:
El lienzo trasciende el tiempo.
“renaceres cargados de sombras, de grandes cambios” → anticipa épocas de oscuridad y transformación.
En el museo, la multitud busca descifrar lo indescifrable, lo que convierte a la Gioconda en espejo universal de la humanidad: cada mirada proyecta en ella sus propios enigmas.
LECTURA EXISTENCIAL
El poema nos invita a reflexionar sobre tres planos de la existencia:
1. La vida individual: una mujer atrapada en un rol social y matrimonial, cuyo rostro transmite más de lo que su vida le permitió vivir.
2. La creación artística: el poder del arte de rescatar del olvido lo íntimo y lo silenciado, convirtiéndolo en símbolo eterno.
3. La mirada colectiva: cada espectador busca en la sonrisa un sentido distinto, como si el cuadro fuera un espejo de nuestras propias dudas existenciales.
En suma, la sonrisa de Mona Lisa es metáfora de la ambigüedad humana: aquello que nunca terminamos de descifrar en los demás ni en nosotros mismos.
Conclusión: Tu poema va más allá de la descripción artística. Se convierte en un diálogo entre arte, historia y condición humana. La Gioconda deja de ser solo un cuadro y se transforma en símbolo de lo oculto, de lo que sobrevive al tiempo y de la contradicción entre apariencia y verdad.
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¿LA SONRISA DE MONA LISA?

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