UN PAPA HUMANO, UN HOMBRE BUENO.

Y vivió como pensaba,
como su corazón marcaba,
como su alma soñaba.

Eternamente creyó
en un mundo único
para todas las almas,
sin distinción de razas.

Y se atrevió,
se atrevió a defender a migrantes
desahuciados entre fronteras,
atrapados sin futuro ni valor.

Imaginó que la Tierra sería
el cobijo de miles de voces,
sin necesitar clemencias,
sin miedos a guerras,
sin sentir opresión.

Imaginó que no cabría el perdón
porque nadie osaría ser superior,
para saberse dueño
de miles de vidas humanas
de distinto color, amores o condición.

¡Ay, hombre bueno!,
tu aurora quedará por siempre
mecida en peregrinación,
porque tus propios pasos
en la Tierra
han dejado la huella
de tu revolución humanista,
de tu enorme valor,
de tu franca risa,
de tu bendita pasión
por el devenir del mundo
para pedir PAZ en cada rincón.

Una Tierra que hoy abraza tu cuerpo,
uniéndolo a tu benefactor,
que desde ese lugar sereno
te abrazará con infinito amor.

Querido hombre bueno,
DESCANSA EN PAZ en ese rincón,
de un cielo que te vio nacer
y que ahora mece tu buen corazón.

Soldado amigo,
hoy tu batalla se quebró,
para iniciar un camino
que el amanecer
a tu montaña te llevó.

Un hombre bueno,
un alma noble cargada de valor.

© María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.