Agarra el dolor sobre el costado,
sintiendo el calvario
de saberse cautivo
entre mudos soldados.
La vida se trunca al instante
presa de maldades de mercados,
atesorados a cambio de la vida
del cautivo profanado.
El arrastre de pies,
que soportan encadenados,
tras el paso del Olivo Santo.
El silencio se adueña de mantras
al compás de cirios quemados.
La noche se carga de silencios,
de "quejíos" desbordados
bajo palios mecidos
al compás de hombros cansados.
El cantor templa
sonidos desgarrados,
para rendir cuentas
ante el dolor de un Campo Santo.
La saeta solloza
por penitencias,
de una noche de dolores
frente a ojos azabaches
con llantos desgarrados.
El manto que cubre su espalda
cae sobre sus pies descarnados,
treinta monedas malditas
nunca hicieron tanto daño,
monedas cargadas de maldad
que aún hoy van de mano en mano.
Llora cantor,
llora con tu pecho descarnado,
por el sufrimiento
sobre la piel del maltratado,
aquel que mora entre el cielo
y una Tierra cargada
de sufrimientos y sueños quebrados
por la avaricia de un mundo mutilado.
Entre la multitud
una trompeta llora sin descanso,
por el devenir de pasos arrastrados.
© María Bueno, 2025 – Todos los derechos reservados.
SAETA AL CAUTIVO.

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